dilluns, 19 de novembre del 2012

Los intelectuales que no llegaron a México


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Arturo Barea, Elena Fortún o José María Ferrater Mora escribieron a la Embajada en París para solicitar asilo. Sus cartas se encuentran en el archivo al que ha tenido acceso EL PAÏS

En las 18 cajas donde se guardan las cartas del primer exilio de republicanos españoles, a las que ha tenido acceso EL PAÍS, se hallan también desordenadas notas diplomáticas, listas y currículum vítae de los peticionarios, consultas burocráticas y formularios para solicitar el asilo. Entre ellas uno se tropieza con nombres propios de escritores e intelectuales que en algún momento de aquellos años terribles de la derrota pensaron huir a México aunque finalmente nunca lo hicieran. Son los casos de Arturo Barea, el autor de la imprescindible trilogía La forja de un rebelde; Elena Fortún, la escritora de los cuentos de Celia o el filósofo José María Ferrater Mora, entre otros muchos.
Barea como Ferrater Mora aparecen en una “Lista de españoles que desean emigrar a México sin recursos. Intelectuales”. El novelista figura con esta dirección: “Brookholds Farms. Great Minder near Ware. Inglaterra”, y en las columnas de la derecha: “Escritor. UGT”. El domicilio registrado del filósofo es “Chez A. Tarrago. 12 Quatre Fages. París V”. Figura como “profesor de idiomas, Izquierda Republica. UGT”. Barea permaneció en Gran Bretaña dedicado a la escritura y el periodismo hasta su muerte en 1957. Ferrater Mora tras vivir en la capital francesa entre enero y abril de 1939 marcharía después a La Habana y de allí a EE UU donde desarrollaría su carrera académica y obtendría la nacionalidad estadounidense. Moriría en Barcelona en 1991. Elena Fortún iniciaría un periplo que la llevaría por Francia, Suiza y Argentina hasta su regreso a España en 1948.
Otros como el escritor Xavier Benguerel, ganador en 1974 del premio Planeta con la novela Icaria, Icaria solicitó asilo en México, pero acabó exilándose en Chile. El escultor Enrique Moret Atruells se refugió en Cuba. Ramón Vinyes terminó en Barranquilla (Colombia) donde dirigió la revista Voces, la más vanguardista del país, y sería el modelo de Gabriel García Márquez para su personaje deel sabio catalán en Cien años de soledad.
También se encuentran profesionales eminentes como el catedrático de Hacienda Pública, Jesús Prados Arrarte, quien entonces menor de 30 años y con dirección en “54 Rue de Motz, Toulouse”, redacta a máquina su currículum vitae en tres folios y en otro folio y medio su actividad política y militar durante la guerra. En ellos detalla que en esos años no tuvo actividad científica alguna “por haberse enrolado como voluntario el 18 de julio de 1936” y su expulsión del PCE en 1933 por “labor faccional” tras haber ingresado dos años antes. Prados Arrarte se exiliaría en Argentina y Chile y no volvería a España hasta 1954. Catedrático desde 1959 de la Universidad Complutense de Madrid, ocuparía el sillón “N” de la Real Academia Española en 1981.
Primera página de la carta de Elena Fortún.
También se hallan algunas cartas de recomendación para facilitar la emigración a México de los refugiados escritas por otros españoles ya asentados en el país de acogida, por notables de la política mexicana del momento como el pintor estalinista Siqueiros o el sindicalista Vicente Lombardo Toledano e incluso por extranjeros como el corresponsal entonces del diario británicoManchester Guardian, Frank Jellinek.
Entre ellas destaca una del poeta León Felipe, exiliado en México desde1938, en las que solicita que se incluyan en las listas de embarque a “las familias del teniente coronel Rafael Trigueros y de Joaquín Velasco". Y después, escrito a mano, añade: “Otra familia, parientes de Octavio Paz, a cuya casa vendrán”.
Segunda parte de la carta de Elena Fortún.