dimarts, 19 de febrer del 2013

Sor María, verdugo de mujeres. Rosa Regàs.


http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2013/02/18/sor-maria-verdugo-de-mujeres.html




No me imagino el cataclismo interno que debe haberse producido en el interior de cada una de las Hermanas de la Caridad al enterarse del comportamiento delictivo de Sor María. Descarto por supuesto a las cómplices de todos estos robos que algunas deben de quedar en vida y a otras muchas hermanas no acostumbradas a utilizar el pensamiento y la reflexión para decidir lo que está bien y lo que está mal, sino únicamente la virtud de la obediencia que les sirve para todo..
Sor María Gómez Valbuena murió en Madrid a los 87 años de edad, el pasado martes, 22 de enero, imputada y presunta responsable del robo de niños y niñas en las clínicas de maternidad de Madrid  en la década de los 80, aunque nadie duda de que se extendiera hasta mucho más adelante, tal vez no como gestora de los robos pero sí como persona con gran experiencia para el delito que tal vez presuntamente ayudara a las demás a continuar su obra. No se sabe y tendría que ser la justicia la que lo investigara en cuanto surgiera una nueva denuncia. Todos sabemos por experiencia que esto no ocurrirá y que será otro grave suceso ocurrido en nuestro país al que se habrá echado tierra encima y pasará a ser lo que nunca existió, y no porque no haya material delictivo, no: hasta el 14 de noviembre de 2011 al menos, se habían abierto 1.072 diligencias informativas, 342 diligencias previas y 14 exhumaciones. Se calcula que en España se robaron entre 200.000 y 300.000 niños en la segunda mitad del siglo XX.
Por lo que se ha sabido, Sor Maria utilizó todos los delitos a su alcance,robo directo de niños recién nacidos con el pretexto de que habían muerto, engaño a madres solteras para que parieran en la clínica que ella regentaba o cuyos resortes dominaba, para quedarse con el recién nacido, con todo lo que suponía no solo de engaño, sino de venta de bebés y falsificación de documentos. Una santa, vamos. Pero no una santa que actuaba sola, sino la directora o regente de un ejército de médicos, enfermeras, administrativos de la salud y de los juzgados y familiares, sin los cuales el robo no habría podido tener lugar de ningún modo. Pero como ocurre en España, todos callados. Nadie tenía tampoco constancia de tales redes delictivas y Sor María además de delincuente, se convirtió en una cabeza de turco que sirvió como parapeto a  investigaciones más profundas. Ahora ha muerto y lo más probable que se archive el asunto como se hace siempre cuando los posibles responsable podrían ser demasiado conocidos o vinculados con el  poder real o celestial o los dos a la vez, como en este caso.
Este caso de los niños robados es indudablemente un caso de mujeres, por lo menos  hasta que no aparezca el personal masculino colaborador, tan responsable del delito como la propia Sor María. Porque las hermanas de la Caridad, actuaron imbuidas por eso, por la caridad, que las hace atender a  mujeres descarriadas y mostrarles  el buen camino aún en contra de su voluntad que ya sabemos a qué ámbito de pecado y degeneración las ha llevado. Por lo tanto había que cambiar desde el mismo momento de nacer el futuro del recién nacido, dándolo en adopción a cambio de un buen puñado de dinero a una familia religiosa y con una moral intachable. Este sería el pretexto de Sor María y de las monjitas que no piensan, aunque todo parece indicar que además Sor María podría haberse dejado llevar por la maldad de su ambicioso corazón como así parece que fue, absolutamente ajena al dolor que provocaba.
Han sido cientos, miles las mujeres robadas, ultrajadas, vilipendiadas y engañadas, mujeres que siguen buscando al hijo que se les arrebató, u otras que ya no lo buscan más que en los pasillos de su propio y torturado corazón. Ninguna de ellas tendrá justicia, ninguna de ellas verá seguir el camino que podría conducirla al encuentro de su hijo o de su hija, aunque tras tantos años se le haya robado una vida entera.
¿Cabe maldad más funesta que la repetición durante años de un delito que ocasionaba uno de los sufrimientos más profundos que pueden morar en el alma humana? ¿A cambio de dinero, Sor María? ¿Sólo de dinero? No, solo de dinero no, sino vaya usted a saber a cambio de que otras bajezas sería una persona capaz de mantener una red delictiva como ésta. Y no vale decir que las leyes han cambiado y que ahora no se puede juzgar un delito antiguo con las leyes del presente, como dijo el Dr. Doctor Eduardo Vela, relacionado con la trama de robos de niños que se investiga a nivel nacional. No hablamos de leyes sino de la maldad que anida en el más negro de los corazones.
Si por lo menos existiera el infierno se haría cierta justicia con un delito que, como tantos otros, quedará impune, justicia al menos para quienes, tras el descubrimiento de unas conciencias delictivas como las que montaron ese brutal entramado de robos de niños y ante el silencio de la Conferencia Episcopal sobre Sor María y su imputación, sigan manteniendo la fe. Pero ni siquiera esta justicia podrá dar consuelo a tantas mujeres sumidas desde hace años en el sufrimiento, porque ya la Iglesia decretó que no existe ese infierno, ni para los peores pecadores del mundo. Cuesta entender porque la Iglesia decretó su fin borrándolo de los textos  de los Santos Padres y de oraciones que se consideraron declaraciones de fe durante generaciones. Con tantos delitos y delincuentes como se le están descubriendo a diario, dirá, por si acaso.