divendres, 12 d’abril del 2013

Guerrilleros: Agustín Remiro Manero

http://revistapolemica.wordpress.com/2013/03/17/guerrilleros-agustin-remiro-manero/


Guerrilleros: Agustín Remiro Manero

Antonio TÉLLEZ

Agustín Remiro Manero
Agustín Remiro Manero
Agustín Remiro Manero fue detenido en Portugal el 23 de enero de 1941, donde había llegado la víspera, procedente de Francia, después de cruzar España clandestinamente, portador de documentos secretos destinados a la Embajada británica de Lisboa.
Después de ser duramente interrogado por la Policía Internacional de Defensa del Estado, la tristemente célebre PIDE, el día 26 fue conducido esposado a la frontera y entregado, en Valencia de Alcántara (Cáceres), a las autoridades franquistas.
Un consejo de guerra celebrado en Madrid, el 27 de abril de 1942 lo condenó a la pena de muerte.
En una carta escrita en la cárcel poco antes del proceso, Remiro decía: Si me condenan pienso jugármela antes de llegar al piquete. Un abrazo fuerte.
Remiro era hombre de palabra. El 21 de junio de 1942, cuando se celebraba la misa, intentó una fuga desesperada de la cárcel madrileña de Porlier. Descubierto cuando acababa de pisar la calle, fue perseguido y tiroteado por una patrulla. Herido, se refugió en una casa no muy lejana del establecimiento penitenciario y, cuando iba a ser capturado por sus perseguidores, se arrojó a la calle por una ventana del cuarto piso. Remiro no murió por efecto del golpe, pero un oficial se acercó a él y le descerrajó un tiro en la cabeza. Así terminó su vida de infatigable luchador cuando todavía no había cumplido 38 años.
Agustín Remiro, El Royo para su familia, nació en Epila (Zaragoza) el 28 de agosto de 1904. Sus padres, Santos Remiro Medina y María Manero Ibáñez, eran modestos campesinos que tuvieron 12 hijos, de los cuales sobrevivieron cinco.
Agustín, el rebelde, pudo frecuentar muy poco la escuela, pues a los 10 años tuvo que arrimar el hombro para ayudar al padre y al hermano mayor en las faenas agrícolas.
De inteligencia vivaz, fascinado por los libros, devoraba todo papel impreso que caía en sus manos. En 1919, se afilió a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), influido, como el mismo decía, por el relato de la Semana Trágica de Barcelona (julio de 1909) y el subsiguiente fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia en el castillo de Montjuïc (13 de octubre de 1909).
Llamado a quintas en 1925, Remiro tuvo que hacer dos años de servicio militar en África, donde, por su carácter rebelde, fue a parar a un batallón disciplinario con el que intervino en los más rudos combates de sometimiento de las cábilas en el invierno de 1925-1926 que culminaron en la derrota de los rifeños y la rendición de Abd el-Krim.
Ya licenciado, regresó a Epila, donde formó parte de un grupo de afinidad anarquista. Perduraba la clandestinidad impuesta por la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y Remiro desarrolló gran actividad en contacto con otros grupos de Aragón y del resto de España, aunque seguía trabajando en el campo y, durante la época de la remolacha, en la Azucarera del pueblo.
Al caer la dictadura se abrieron los sindicatos y Remiro, con su grupo, fue el principal inspirador y animador del de Oficios Varios. Su incansable acción le dio gran popularidad en toda la ribera del Jalón, pues participó en mítines de propaganda y en muchas charlas sobre los problemas sociales y el papel que debía desempeñar la CNT en la «próxima revolución». En sus giras de propaganda tuvo muchas veces a su lado a militantes como Francisco Ascaso Abadía o Vicente Ballester Tinoco.
Pasaremos por alto la actividad de Remiro durante el período agitado de la segunda República hasta el pronunciamiento del 18 de julio, lo que haría este artículo interminable.
El 22 de octubre de 1933 Remiro casó con una moza de su pueblo, Francisca Rodríguez Remiro (La Paca), y en 1934 nació su primer hijo, Germinal. Una hija, Bienvenida, vino al mundo durante la guerra civil, en 1937.
En 1934, los cenetistas de Epila comenzaron a construir, con sus propias manos lo que debía ser su local social. Cuando ya estaba terminado e iban a inaugurarlo, estalló la sublevación militar, siendo los franquistas quienes lo estrenaron, pero… como granero.
Cuando el Ejército se sublevó contra la República, Remiro se encontraba en Used (Zaragoza) trabajando en la siega en tierras del terrateniente Cándido Ibáñez. Al conocer la noticia salió hacia su pueblo, donde llegó el día 21 de madrugada, y pudo comprobar con satisfacción que sus compañeros habían dominado perfectamente la situación, sin derramar una gota de sangre, aún cuando esa victoria fue de poca duración. Epila resistió cuatro días los repetidos ataques de las fuerzas que acudieron del cuartel de Castillejos de Zaragoza, y otros lugares, pero los defensores, con algunas pistolas y bombas de fabricación casera, sucumbieron ante los franquistas, que a partir del 4 de agosto de 1936, fusilaron en el pueblo a más de cien personas.
Remiro salió de Epila el día 26 de julio a las dos de la madrugada. Cruzó el Ebro con una barca y se dirigió hacia los pinares de los montes de Zuera, donde, después de bastantes fatigas, logró reunirse con más de 400 personas huidas de Alagón, Tauste, Pradilla y de toda la comarca de las Cinco Villas.
Efectuaron una descubierta hasta Castejón de Valdejasa, siendo recibidos a tiros, y comprendieron que se encontraban dentro de una zona totalmente sometida y que era imprudente esperar que se organizara allí, una fuerza combatiente. Después de consultarse, decidieron cruzar por la parte de Zuera hasta llegar a las líneas republicanas, en el sector de Tardienta, donde todos llegaron sin novedad, pero no sin sufrimientos, a primeros del mes de agosto.
Remiro se incorporó inmediatamente a la Columna Durruti, en las avanzadillas de Aguilar de Ebro (Zaragoza) y fue nombrado responsable de la undécima centuria. Con los compañeros del grupo La Noche, comenzó las incursiones en campo enemigo para rescatar a compañeros y a familias enteras, cruzando el río por Fuentes de Ebro.
El 21 de septiembre de 1936 Remiro participó, con unos 140 milicianos en la conquista del pueblo de Francisco de Goya y Lucientes, Fuendetodos, punto estratégico en las comunicaciones por carretera de Cariñena y Belchite .
La iglesia del pueblo sirvió de último reducto a los facciosos, pero el día 22, con la llegada del grupo Los dinamiteros de Utrillas, que dirigía Juan Bautista Albesa Segura (Batista), se volaba con explosivos el edificio, quedando así liquidada la resistencia.
Meses más tarde, junto con otros compañeros, se incorporó a la 118 Brigada de la 25 división, en la que Victorio Castán Guillén era comandante y Saturnino Carod Lerín, comisario. Allí formaron el grupo guerrillero Los Iguales, cuya misión consistía en realizar sabotajes detrás de las líneas enemigas y, a la vez, rescatar a gentes que querían huir de la zona franquista.
Entre las misiones realizadas por Remiro y sus hombres citaremos la siguiente. Antonio Ortiz Ramírez, que había instalado su cuartel general en Caspe, recibió a mediados de diciembre una orden de operaciones para efectuar un ataque de diversión por el sector de Belchite y Quinto, mientras la operación principal se concentraría en el frente de Corbalán (Teruel). También se le encargó que efectuara sabotajes en las líneas de comunicación franquistas para impedir o dificultar la llegada de refuerzos. Se pensó inmediatamente que uno de los lugares más apropiados podía ser el Puerto de Paniza (934 m), al sur de Cariñena y a unos 45 km en línea recta de Belchite, pues en aquella zona montañosa el ferrocarril Zaragoza-Teruel tenía que pasar por un viaducto y cruzar una serie de túneles antes de llegar al apeadero de Puerto Alto. Para esta misión se convocó a Remiro, que conocía aquella zona y que –según descripción del propio Ortiz– «era hombre de constitución atlética, asemejándose físicamente a Buenaventura Durruti; siempre andaba cargado con un verdadero arsenal. Era valiente de verdad y algunas veces un tanto inconsciente en su valentía». Remiro, con nueve hombres, efectuó el sabotaje de la vía férrea.
Los grupos de guerrilleros del frente de Aragón, como el de Remiro, Los Libertadores deCayetano Continente, los de BatistaSancho y otros, además de las incursiones en campo enemigo, participaban en cuantos combates se desarrollaban en su zona. Remiro, con su grupo, intervino destacadamente en la toma de Belchite y en la ofensiva contra Teruel –entre otras batallas–, respectivamente en septiembre y diciembre de 1937.
Al concluirse la ofensiva arrolladora franquista en el Maestrazgo, que culminó el día 15 de abril de 1938 con el corte del territorio republicano en dos partes con la llegada al Mediterráneo, en Vinaroz (Castellón de la Plana), Remiro y sus hombres quedaron en la parte de la región catalana donde abundaban los militantes confederales procedentes de Aragón.
El teniente coronel Juan Perea Capulino, jefe del Ejército del Este desde el 30 de marzo del mismo año –cargo que desempeñó hasta la pérdida de Cataluña en febrero de 1939– convocó a Remiro y al Comité regional de Aragón, Rioja y Navarra. Acudieron a la cita: Agustín Remiro,Ignacio Zubizarreta Aspas y Miguel Chueca Cuartero.
Perea tenía entonces 48 años, era un militar profesional de competencia reconocida y sentía bastante aprecio por los anarcosindicalistas, tanto por su coraje y espíritu combativo como por su lealtad. Al estallar la sublevación militar era comandante e inmediatamente tomó el mando de una columna de soldados y milicianos que combatió varios meses en el todavía indeciso frente del puerto de Navafría (Segovia).
El jefe del Ejército del Este expuso a los anarcosindicalistas que se le había planteado el problema de la supervivencia de los cuerpos francos de voluntarios, de las unidades de guerrilleros en ciertos aspectos autónomas y que el Estado Mayor Central había decidido suprimir a toda costa.
Perea les dijo que él era enemigo de dispersar a los grupos guerrilleros confederales en el seno de las unidades regulares del Ejército Popular y les sugirió, «como mejor manera de evitarlo», la formación de un batallón confederal de «toda confianza» que estaría exclusivamente a sus órdenes directas. La nueva unidad sería utilizada en «servicios especiales» de mucha responsabilidad y peligro, pero que también exigirían una gran dosis de iniciativa personal. Como en realidad no había alternativa, Remiro dio su asentimiento y así fue como nació lo que sería, en una primera etapa, el «Batallón de Ametralladoras C», más conocido como «Batallón Remiro», al cual se incorporaron los componentes de su grupo y otros similares, completándose la plantilla con combatientes voluntarios, casi todos aragoneses, bajo la exhortación directa del propio Comité Regional de Aragón.
Sin embargo, este planteamiento sobre la actuación del nuevo Batallón fue puramente teórico, pues los guerrilleros, convertidos en soldados, fueron diezmados estérilmente, utilizados como fuerza de choque y luego convertidos en unidad regular de la 62 Brigada perteneciente a una División de mando comunista.
Es imposible mencionar en este relato, aunque sólo sea brevemente, las misiones efectuadas por el «Batallón Remiro», ni los combates en que participó hasta la pérdida de Cataluña; nos limitaremos, por tanto, a señalar una batalla en la cual Remiro resultó herido.
El día 30 de julio de 1938, a las seis de la tarde, Remiro asistió a una reunión con los jefes de la 34 División y de la 218 brigada para ultimar los detalles de una operación prevista para el día siguiente. Se trataba de ocupar las cotas 1504 y 1526 (Vértice Esplá) y Solduga (Lérida), operación, que representaba un verdadero suicidio. Diremos solamente que esta acción disparatada causó al Batallón confederal 29 muertos, entre ellos: 2 comisarios de Compañía, 2 tenientes, 3 sargentos y un comisario accidental. Entre 112 heridos más o menos graves figuraban el propio Remiro, 2 tenientes y 14 sargentos.
Remiro, herido por una granada de mortero, tuvo que ser operado en la Seu d’Urgell, y sin estar completamente restablecido, se reincorporó al Batallón.
A partir del 10 de octubre de 1938, por orden del jefe del Estado Mayor, junto con una orden de traslado a Ania (Lérida), en la orilla derecha del Segre, se fijaba una nueva plantilla a la unidad y un nuevo nombre: «Batallón de Tropas del Cuartel general del Ejército del Este».
Hasta entonces los efectivos del Batallón habían sido de 470 hombres aproximadamente, casi todos aragoneses y confederales, como ya sabemos. Ahora se le agregaban de un solo golpe 270 hombres, en su mayoría como destinos. Días después, el 19 de octubre, se informó a Remiro y al comisario del Batallón, el compañero Juan Isidro Miralles García, que la unidad iba a ser nuevamente reestructurada y que sus efectivos debían quedar reducidos a un máximo de 510 hombres, con lo cual quedaba bien evidente la maniobra tendente a desmembrarla: se habían afectado 270 hombres ajenos a la unidad para inmediatamente poder retirar los «sobrantes» entre los combatientes de la CNT y dispersarlos en otras unidades.
El 17 de noviembre, Agustín Remiro tuvo que ser operado de nuevo, pues, como recuerdo del Vértice Esplá le habían quedado en el cuerpo algunas esquirlas. Esta vez fue operado en Barcelona por el profesor Joaquín Trías Pujol, quien le extrajo del cuerpo la metralla que lo incapacitaba.
El día 22 de noviembre, se ordenaba la «salida urgente» de la fuerza «sobrante»: 1 capitán, 5 tenientes, 1 comisario, 24 sargentos y 210 soldados, con destino a la base de instrucción de Pujalt (Barcelona), del XIII Cuerpo de Ejército, y el primero de diciembre se ordenaba que el «Batallón de Tropas», ahora «Batallón 248», se incorporara a la 31 División, 62 Brigada, que mandaba el mayorEnrique García Victorero, con acantonamiento en Coll de Nargó (Lérida), cerca del pantano de Oliana. Poco después era rectificado el número de la unidad que quedaba en «Batallón 247».
El mando de la 31 División se había dado al comunista Manuel Trueba Mirones, sin duda como premio por su estrepitoso fracaso como jefe de la 27 División, ex «Carlos Marx», en septiembre de 1937 en el Vedado de Zuera y a su manifiesta incapacidad en las operaciones contra la cabeza de puente de Balaguer en mayo de 1938.
El 23 de diciembre, las fuerzas franquistas iniciaban la ofensiva definitiva contra Cataluña.
El primero de enero de 1939 el avance enemigo era ya considerable. El día 15 era tomada y rebasada Tarragona y el parte de operaciones franquista indicaba que en 24 días sus tropas habían liberado 7.225 km2 de terreno.
Así andaban las cosas; todos los frentes republicanos se encontraban en franca desbandada, cuando el 23 de enero de 1939 el Estado Mayor de la 62 Brigada mixta ordenaba que los hombres del Batallón 247 «entregaran todo el armamento, municiones y material» y continuaran en su acantonamiento «hasta que otra cosa se disponga».
Los hombres del Batallón se negaron a entregar las armas, y dada la gravedad de la situación: los mandos comunistas no se atrevieron a desarmar por la fuerza a hombres tan bregados en la lucha.
El día 9 de febrero de 1939, la bandera bicolor ondeaba en la carretera internacional de Le Perthus.
Cientos de miles de españoles, tanto civiles como militares, cruzaban la frontera francesa. En España dejaban 937 días de revolución, ilusiones, guerra y amargas decepciones.
Ya en Francia, Agustín Remiro se escapó del campo de Mazeres (Ariege) y junto con Francisco Ponzán Vidal, y otros compañeros, se dedicaron a la tarea de salvar a compañeros que habían caído en las garras franquistas.
Pero, en septiembre de 1939 se desencadenaba la Segunda Guerra Mundial. El 14 de junio de 1940 los ejércitos de Hitler desfilaban en París y el 27 del mismo mes las divisiones acorazadas del III Reich llegaban a Hendaya y la cruz gamada ondeaba en el puente internacional.
Meses antes de la ocupación de París por los alemanes, Francisco Ponzán había entrado en relación con los servicios secretos británicos en Francia, y en el mes de marzo de 1940, Agustín Remiro aceptó la proposición de su amigo de colaborar en favor de los aliados y contra las actividades de los alemanes en España.
Las misiones en España iban siempre acompañadas de actividades antifranquistas y orgánicas, pues se mantenía contacto permanente con los comités confederales de la época.
En los meses de mayo y junio de 1940, Remiro y demás colaboradores del grupo Ponzán distribuyeron profusamente en España lo que sin duda fue el primer manifiesto impreso de la posguerra civil contra el régimen. En la octavilla se hacía un llamamiento a la neutralidad de España en la guerra mundial, precisamente en un momento en que se pensaba seriamente lanzar a los españoles a la aventura bélica nazi, y la distribución de este texto fue considerado por las autoridades de Madrid como un acto de traición. Se produjeron detenciones, se celebraron consejos de guerra y se sentenciaron penas de muerte. El 19 de noviembre, en Valencia, eran ejecutados los jóvenes libertarios Ángel Tarín HaroEnrique Goig Lostado y Enrique Escobar Vaello. A otros siete condenados se les conmutó la pena capital el 13 de enero de 1942.
Entre los cientos de personas que pusieron a salvo de los alemanes haciéndoles cruzar la frontera, Remiro llevó a Andorra a Albert Blumel, secretario e íntimo colaborador de Leon Blum, dirigente del Partido Socialista francés y jefe de gobierno del Frente Popular en 1936-1937. A Blumel se le helaron los pies y Remiro tuvo que terminar el viaje llevándolo sobre sus espaldas.
A primeros de 1941 Agustín Remiro efectuó otro viaje a España en servicio de correo para los británicos. El día 22 cruzó la frontera portuguesa por la provincia de Pontevedra, pero al día siguiente era detenido por la PIDE.
La arriesgada actividad del compañero Remiro había terminado. Desde su detención hasta el21 de junio de 1942, en que moría asesinado, iba a vivir un larguísimo martirio.
Para concluir este breve resumen de la vida de Remiro, reproduciremos dos párrafos de las cartas que escribió desde la cárcel:
9 de diciembre de 1941.
…Cuatro meses en un calabozo de dos metros por uno y medio, sin mudarme de camisa, sin comer más que rábanos de toro y zanahorias y con 50 gramos de pan y un simple cacito, no tenía ni fuerza para sostenerme en pie y estaba lleno de miseria y de granos. Gracias a mis reservas de salud pude triunfar de tanto dolor, pero perdiendo vista. Pidiendo, comiendo cáscaras… iCobardes! imatadme de una vez y no me matéis de hambre y de miseria! Con eso, palabras que nunca ni en sueños oyera, y bofetadas y palos…
16 de enero de 1942.
Hoy ha venido el juez a verme y me notifica que voy a ir rápidamente ajuicio. Tengo y he tenido grandes combates con él y me dice que hablo muy fuerte. Yo, como soy inocente de todo delito que se me acusa, tengo esa autoridad por encima de todos. No obstante, esperaremos para librar la última batalla que será dura, pero estoy bien preparado…
En la última batalla, Agustín Remiro Manero perdió la vida.
El 30 de junio de 1942 se le conmutaba a Agustín Remiro la pena de muerte por la inferior en grado, pero, como figura en el expediente: «La Superioridad dispuso se suspendiera la expedición y curso del certificado de dicho acuerdo por considerar inoperante la resolución atendiendo a que el interesado falleció a consecuencia de los disparos recibidos al intentar evadirse de la Prisión de Porlier, el día 21 de junio del referido año».
Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986