dimarts, 25 de febrer del 2014

Málaga homenajea a los supervivientes de una matanza de la Guerra Civil. Muerte en la carretera de la costa


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Málaga homenajea a los supervivientes de una matanza de la Guerra Civil

Muerte en la carretera
de la costa
RAFAEL MÉNDEZ - Málaga - EL PAIS | Última - 24-05-2004


En febrero de 1937, entre 60.000 y 100.000 personas salieron de Málaga hacia Almería por la carretera de la costa. Huían de las tropas franquistas. En el intento murieron al menos 5.000 republicanos. Caían de hambre. Caían disparados por dos barcos, el Cervera y el Canarias, que costeaban junto a ellos. Caían asediados por la aviación alemana y ametrallados desde los montes. Eran en su mayoría mujeres y niños. Ayer, 180 supervivientes de la matanza se reunieron en Málaga para explicar que, aunque las fotos del desastre son en blanco y negro, la sangre era roja; el mar, azul y la muerte, negra.

José Calleja tiene 71 años. En 1937, con cuatro años huyó junto a su familia sobre una burra que él recuerda blanca. "Yo iba en un serón que colgaba del animal", narra ahora encorvado y con los ojos llorosos. "Me asomaba del capazo y contaba los cadáveres. Mi madre me decía que era gente durmiendo", relata emocionado.

Testimonio 2

Los supervivientes cuentan que es difícil describir tanto horror. Calleja, rebeca de lana y boina ladeada, afirma que huyeron por miedo a las represalias y porque contaban que los soldados marroquíes les cortaban los senos a las mujeres. Su prima, Concha Lara, de 78 años, iba con ellos: "Ni siquiera nos dejaban huir".

José y Concha están en la exposición que la Diputación de Málaga ha organizado sobre el cirujano canadiense Norman Bethune, que ayudó en el éxodo. Al reclamo de la exposición, que recoge la vida de Bethune y su estancia en Málaga a través de fotografías, muchos de los supervivientes se pusieron en contacto con la organización. Ayer, al clausurar la muestra, la diputación les rindió homenaje. El crimen de la carretera de Málaga, como se conoció, fue una de las peores matanzas de civiles de la guerra, pero es poco conocida.

Francisco Martín también tenía ocho años. Panadero jubilado, viste chaqueta y corbata para la ocasión, y recuerda que su familia huyó en una camioneta. "Sólo circulaba de noche para no dar pistas a los barcosque nos disparaban". No comió hasta Orihuela, en Alicante, donde un hombre que vio la camioneta llena de niños les regaló un montón de dátiles. Ya tenía sarna.

Vicente Vaquero (Archidona, 1911) es de los mayores entre los supervivientes. Con su bastón, su pelo al cepillo y su traje marrón recuerda que salió de Málaga en retirada el 8 de febrero, la misma mañana en que 25.000 soldados italianos, alemanes y nacionales entran en la ciudad. "El día lo pasábamos escondidos en el monte, escuchando los cañonazos de los barcos y de noche avanzábamos entre sangre y cadáveres".

La carretera era un blanco fácil desde el mar. Hoy es la nacional 340 y discurre pegada a la costa, encajonada por Sierra Nevada. Actualmente, está jalonada por chalés e invernaderos. Los supervivientes aseguran que no sienten nada al pasar por allí. Sí sintieron ayer al ver las fotografías: niños subidos en burros, cojos caminando por el monte y rostros marcados por el hambre.

Testimonio 4

Uno de los más afectados era Gaspar López Barros, que tenía 10 años y vivía en Alhama de Almería, a 223 kilómetros de Málaga. Allí llegaron días después de haber salido muchos de los emigrantes. "Llegaron al pueblo cayéndose. No podían dar un paso más. Los niños venían descalzos, muchos de ellos solos. Les abrimos las casas y les dimos de comer". Lo peor había pasado. Comenzaba para los supervivientes la cárcel, la posguerra y, 67 años después, un pequeño homenaje. Ayer, como el 8 de febrero de 1937, lucía sol en Málaga.

Jábega, nº 58.  Málaga, 1987

La carretera de Málaga
a Almería. Textos y testimonios

Encarnación Barranquero Texeira y Antonio Nadal


Los ochenta niños del orfanato esperábamos  en la acera, cada uno con su ropa y alguna cosa más  en un hatillo, a que llegaran unos autobuses del Socorro  Rojo que iban a llevarnos. El gentío que pasaba era enorme. Llegaron los autobuses y toda la gente quería  subir. En ese momento alguien dio la alarma y apareció un  avión que, siguiendo la línea de la carretera,  ametrallaba y bombardeaba a baja altura. Muchos salimos corriendo  a refugiarnos en el campo; otros prefirieron quedarse en  el autobús para asegurarse la plaza hasta Almería.  Cuando se marchó después de hacer varias pasadas  en las que arrojó bombas incendiarias, volvimos y  encontramos nuestro equipaje y los autobuses ardiendo: los que se quedaron estaban muertos. Todo el mundo trataba de  reencontrarse, pero del grupo de niños quedamos diez;  de los demás y de los profesores no volvimos a saber  nada en todo el camino. Y los diez, juntos y solos, nos fuimos  hasta Almería.

Miguel Escalona, superviviente: 10  años en 1937.

Testimonio 5

Al llegar al Faro de Torrox empezaron los  bombardeos de los barcos...
Hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron el pecho, pero no murió; mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban y trataban de encontrarse, pero dieron una voz de que los heridos se fueran a un coche y, como mi tía y su madre estaban heridas, las metieron en el coche. Y yo me quedé sola y me perdí...

Ana Pérez Rey, superviviente: 9 años  en 1937.

La aviación nos bombardeó por  la Cuesta de los Caracolillos. Había unos acantilados  muy pronunciados y la gente o se iba para el monte o para  la orilla. Mi familia se dispersó; yo estaba al lado  de un malecón. Oíamos silbar las bombas muy  cerca. Cuando dejaron de bombardear vi muertos por todas  partes. Tratamos de reunirnos la familia, pero allí se  perdió una hermana mía, la más pequeñita, que tenía ocho años; el resto nos fuimos reuniendo  al rato de ir adelante, sin mi hermana. Pasada una hora iba  con otra familia cogida de un carrito pequeño, y la  vi yo... (en este momento el relator rompe a llorar).

Cristóbal Criado Moreno, superviviente: 16 años en 1937.

También nos ametrallaron desde los  aviones. Mis padres nos cubrían con sus cuerpos...

Rosendo Fuentes, superviviente: 12 años  en 1937.

En la recta de Adra, no se veía la  carretera: era tanta la gente que caminaba hacia Almería,  que todo el camino era una mancha de gente.

José Ginés, superviviente: 20 años  en 1937.

Nunca he olvidado a aquella mujer que, herida  por un obús, en medio de un charco de sangre amamantaba  y abrazaba a su hijo de dos meses.

Miguel Escalona, superviviente: 10 años  en 1937.

Lo mismo que pasó en la carreta de  Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo  viendo, muchas veces en el cine y en la televisión.  Creo que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo  de lo que posteriormente sucedió en otras guerras. Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a  la población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a la salida.

Rosendo Fuentes Ayllón, 12 años en  1937.

España aparta de mí ese cáliz. II Batallas
César Vallejo, 1937


Málaga sin padre ni madre
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
Málaga sin defensa, donde nació mi muerte dando pasos
y murió de pasión mi nacimiento!
Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo,
bajo el mal, bajo la cobardía, bajo la historia cóncava, indecible, ] 
con la yema en tu mano: tierra orgánica!
y la clara en la punta del cabello: todo el caos!
iMálaga huyendo
de padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
a lo largo del mar que huye del mar,
a través del metal que huye del plomo,
a ras del suelo que huye de la tierra
y a las órdenes iay!
de la profundidad que te quería!
iMálaga a golpes, a fatídico coágulo, a bandidos, 
a infiernazos ] 
a cielazos,
andando sobre duro vino, en multitud,
sobre la espuma lila, de uno en uno,
sobre huracán estático y más lila,
y al compás de las cuatro órbitas que aman
y de las dos costillas que se matan!
iMálaga de mi sangre diminuta
y mi coloración a gran distancia,
la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
con cohetes, a tus niños eternos
y con silencio a tu último tambor,
con nada, a tu alma,
y con más nada, a tu esternón genial!
iMálaga, no te vayas con tu nombre!
iQue si te vas,
te vas
toda, hacia ti, infinitamente en son total
, concorde con tu tamaño fijo en que me aloco,
con tu suela feraz y su agujero
y tu navaja antigua,atada a tu hoz enferma
y tu madero atado a un martillo!
iMálaga literal y malagüeña,
huyendo a Egipto, puesto que estás clavada,
alargando en sufrimiento idéntico tu danza,
resolviéndose en ti el volumen de la esfera,
perdiendo tu botijo, tus cánticos, huyendo
con tu España exterior y tu orbe innato!
¡Málaga por derecho propio
y en el jardín biológico, más Málaga!
¡Málaga, en virtud
del camino. en atención al lobo que te sigue
y en razón del lobezno que te espera!
¡Málaga. que estoy llorando!
¡Málaga. que lloro y lloro!

Un boomerang en Jimena de la Frontera
Ángeles Vázquez León, Algecir, 1998


Los aviones… venían muchos. Bombardeaban y nos ametrallaban. Supongo que esos aviadores se sentirían muy orgullosos de su valentía. Atacaban a un enemigo muy peligroso, un enemigo de mujeres y niños en su mayoría. Además los podían atacar  a mansalva, pues estaban solos. Yo no sé a quién odiaba más en aquellos momentos, si a aquellos que nos masacraban o a los que nos estaban dejando masacrar o a los que nos estaban dejando masacrar, sin venir en nuestra ayuda. Pero, ¿Es que no había ningún barco que viniera a impedir la acción de aquellos? ¿Es que no había aviones-caza que atacaran a los que nos bombardeaban? ¿Es que no había camiones que vinieran a recogernos? Aún estaba casi toda España en manos del Gobierno, no era el caos final que fue luego ¿Cómo no organizaron aquello? Pues no fue un día sólo, fueron ocho para nosotros, para otros muchos más, suficientes para reaccionar… Pero nada. Allí estábamos los de siempre, la carne de cañón, los que no habíamos entrado ni salido en lo que pasaba, pero los que lo estábamos sufriendo hasta dejar nuestras vidas. Aquellos que habían formado aquel desastre estarían en sus despachos tranquilamente, ninguno estaría en la carretera. Los odié a todos y les deseé que se en encontraran en igual situación. De aquella chiquilla alegre que yo era, llena de sueños e ilusiones, no quedaba nada. Y los odié con todas mis fuerzas por aquello y por haberme hecho dura e insensible, que al ver los muertos destrozados, sólo pensara que menos mal que me había librado yo y pasar a su lado casi sin horrorizarme.

Testimonios personales


Para evitar el constante cañoneo nos desviamos hacia la izquierda, y entonces se ensañaron con salvajismo los aviones. Queríamos ocultarnos entre los árboles y las malezas. Y allí nos ametrallaban. Eran familias enteras que se enmcontraron con heridos, sin defensa ninguna. Trataban de vendar las heridas con pedazos arrancados de sus propias ropas, y porocuraban seguir marchando.
El sufrimiento personal lo aumentaba el salvajismo que veíamos desatado. A cada paso, en todos los momentos, la muerte nos amenazaba. Un universo de desolación nos rodeaba. Hombres, mujeres, niños, corrían desesperados, sobre todo, los niños que buscaban a sus madres…

Testimonio personal de Lina Molina Rivero, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

La carretera estaba completamente llena de objetos: bultos de ropa, gramolas, máquinas de coser, sartenes, sacos, maletas, sillas, mesas, cuadros… parecía que un camión de mudanzas se había estrellado cerca, dejando todo su cargamento esparcido por el camino…

Testimonio personal de Eloy Rodríguez Gómez recogido por Francisco Miguel González López en sus Memorias de don Eloy Rodríguez Gómez, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. Málaga, 2007.

Yo tengo –ya se me ha quitado un poco-, de más jovencilla, al mar le tenía yo horror, porque la carretera esa estaba toda al mar, no es como ahora, antes había una revuelta, otra revuelta, y ese sonido del mar me daba mucho miedo (…) bueno y pasamos un túnel, que había un túnel que pasar y mi madre, cuando salimos del túnel, se tiró abajo del caballo, se le fue la cabeza. En el túnel todo el mundo iba llamando a todos sus familiares. Iban bestias, cabras, de todo eso iba, entonces, entre los chillidos de eso y todo el mundo llamando: ¡Juan! Pepe! ¡Elvira! (…) era un túnel largo y menos mal que el túnel se acabó, a mi madre se le fue la cabeza…

Testimonio de Concepción Lara Díaz. Recogido por Francisco Miguel González López, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. Málaga, 2007.

Salimos de Jimena, aterrorizados, con mis padres y cinco hermanos, camino de Málaga, pero al llegar nos quitaron el camión unos carabineros y nos enteramos de que los moros y legionarios ya estaban llegando a Málaga. Salimos hacia Almería, ibamos toda la familia junta, pero en aquel caos, hostigados por la artillería y los aviones que nos ametrallaban en vuelo rasante, me perdí entre la muchedumbre. Recuerdo que algunos de esos aviones tenían una cruz roja pintada en el fuselaje. Se acercaban, se acercaban y después nos disparaban. Dias y dias, andando, rodeados de muertos y restos humanos por todos lados, estaba muy agotada, sin comida, hasta que desfallecí y me caí al suelo, hecha una pelota...de repente, escuché ruido de caballos y pensé: "Ya están aquí, me matarán" resignada, me tapé los ojos con las manos, resignada a morir... Entonces escuché una voz muy amable "Pero chiquilla, qué haces ahí sola, ¿No ves que vienen pegando tiros? Venga, súbete y salgamos de aquí pitando que nos matan" Era un soldado de caballeria republicano rezagado y me sacó de allí. Más tarde, en 1939, en Alicante, antes de coger el barco Stanbrook para Argelia, me encontré de bruces al carabinero que nos quitó el camión y le canté las cuarenta.

Ángeles Vázquez León, 14 años en 1936, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios
Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.

Todo era la viva imagen de un paisaje desolador, más parecido a un cementerio con cuerpos esparcidos, retorcidos por el dolor de la metralla, que simplemente una carretera destrozada por el efecto de las bombas.

Criado Moreno, Cristóbal: Mi juventud y mi lucha, Málaga 1993, pp. 33-42, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios. Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.

Nos tiraban bombas incendiarias desde los aviones, y aquellos barcos enormes de Franco no cesaban de dispararnos con sus cañones. Veíamos a los marineros perfectamente, como se movían por cubierta, los cañones como se movían y nos apuntaban antes de disparar, es algo que si no lo has vivido no lo puedes comprender, ...Si los barcos se hubiesen acercado un poco más hubiesen chocado con las rocas, para ellos era como un macabro juego de feria, nos mataban como si fuésemos chinches. 
Habían volado el puente que pasaba sobre el río Guadalfeo, después de Salobreña, poco antes de llegar a Motril, y una noche tuvimos que utilizar el paso por el lecho del río. Justo después de cruzarlo, sentimos como un terremoto y un ruido ensordecedor, cada vez más grande, terrible, sentimos mucho miedo, empezamos a escuchar gritos en la noche, aterradores, de niños, mujeres... habían abierto las compuertas de la presa y bajaba una riada enorme, que se llevó por delante a cientos de personas, que quedaron allí ahogadas o enterradas entre el barro y los cascotes. En el camino a Almería miles y miles de personas inocentes murieron miserablemente, sus huesos cubren todo el trayecto, bajo el asfalto de la nueva autovía..."

Acracia León Cuenca, 13 años en 1936, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios
Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.

Testimonio 10


Se levantaron antes del alba
Artur London


Después del nuevo revés sufrido ante Madrid, los fascistas necesitaban obtener un éxito incluso limitado, fuera el que fuera y donde fuera (...) El general Queipo de Llano decidió lanzar una gran ofensiva sobre Málaga, en el sur de España.

La realización de ese plan se hizo posible con la llegada a Cádiz, a fines de diciembre de 1936 y comienzos de enero de 1937, de varios miles de legionarios italianos. Incorporados al Tercio, fueron formadas con ellos unidades completas mandadas por oficiales italianos igualmente; en total, dos regimientos de tres batallones, con la proporción necesaria de ametralladoras, morteros y piezas de campaña. Con otros cuadros y nuevos grupos de legionarios llegados de Roma se crearon otras dos brigadas italo-españolas que recibieron los nombres de Flechas Negras y Flechas Azules.

Las fuerzas italianas fueron puestas bajo el mando del general Roatta.

Testimonio 11

(...) El diez de enero se pusieron en marcha los fascistas, con fuerzas considerables. Solamente las fuerzas "voluntarias" que apoyaban la operación estaban compuestas de 5 regimientos de infanterí, 4 compañías de tanques, autoblindados, motoametralladoras, un grupo de artillería de 14,90 y 7 baterías (...) El apoyo aéreo estaba asegurado desde la base de Tablada (Sevilla), por escuadrillas de bombardeo, caza y reconocimiento. El avance se hallaba apoyado desde el mar por los cruceros fascistas Baleares y Canarias, armados con cañones de 203 y 120mm. Queipo de Llano instaló su cuartel general en el crucero Canarias, durante toda la operación.

Las fuerzas republicanas eran muy inferiores en número, armamento y equipo. Los combatientes antifascistas se batían en ese frente montañoso (...) vestidos con ropas ligeras y calzados con alpargatas.

Desde el comienzo de las operaciones se hizo evidente que el mando militar de esa zona era culpable de grandes negligencias que bordeaban la traición. En tales condiciones podía comprenderse que los soldados republicanos, aunque lucharan con encarnizamiento, no podrían contener el ataque fascista.

La resistencia de los republicanos frente a Ronda fue muy tenaz. A comienzos de febrero, los fascistas atacaron de nuevo sobre el eje Burgos-Ardales-Alcora-Monda-Coín. Los combates se hicieron cada vez más duros.

El cinco de febrero, tres columnas fascistas se dirigieron sobre Málaga. El seis, la ciudad fue bombardeada a la vez desde el aire y el mar (...) El ocho de febrero, Málaga fue ocupada por los fascistas.

Los batallones republicanos intentaron aún contener el avance del enemigo entre Colmenar y Vélez, pero tuvieron que retirarse para escapar del cerco que los amenazaba. El diez de febrero, los destacamentos de vanguardia italianos entraron en Motril.

Los pilotos italianos, que se habían entrenado en Etiopía en matar mujeres y niños, asesinaron a la población civil que huía hacia Almería a lo largo de la carretera que bordea la costa.

Los cruceros Baleares y Canarias cañoneaban a los fugitivos. Decenas de miles de ancianos, mujeres y niños a pie, en mulas o carros, cargados con pobres bultos que encerraban lo más preciado que tenían, intentaban escapar de ese infierno.La masa de personas que desembocaban de los pueblos de la montaña aumentaba sin cesar la de los habitantes de Málaga que huían por la carretera de la costa.

El espectáculo de ese éxodo era apocalíptico; aquí, una madre lloraba sobre el cadáver de su hijo; allí, unos niños aterrados no soltaban la mano de la madre muerta (...) Llenos de terrible desesperación, los hombres maldecían al mar, a la tierra, al cielo, a la guerra, al fascismo, a todo lo que era causa de su desgracia, a todos los responsables de todos los sufrimientos que padecían. Maldecían al dios que reinaba sobre esa tierra y ese cielo mortíferos, maldecían a los hombres que permanecían indiferentes ante sus sufrimientos.

Arriba
Diario Málaga hoy, 13 abril de 2005
La trampa mortal del éxodo
Cuentan que Picasso dijo que su Guernica tenía que haberse titulado Málaga tras conocer el bombardeo que en 1937 cayó sobre los malagueños que huían de la ciudad por la carretera de Almería ante el avance de las tropas rebeldes. Fueron miles los que murieron en el camino bajo los bombardeos de barcos franquistas españoles y aviones fascistas alemanes e italianos. Huían en desbandá "y hubo muchos que en ese éxodo llegaron hasta Barcelona y Francia, porque no se limitó como creen muchos a Almería", explica el escritor e investigador malagueño Luis Melero que ha utilizado este monstruoso y silenciado capítulo de la historia para ambientar su última novela, La desbandá, que hoy a las 20.00 presenta en el Ateneo de Málaga.

Testimonio 1

"Yo no he encontrado ningún suceso que se parezca a la masacre que sufrieron los malagueños –y los refugiados que habían huido del avance de la guerra en Cádiz y que se encontraban en Málaga en febrero de 1937– porque fueron víctimas de una trampa. Incentivaron a los ciudadanos a que se fueran de sus hogares y los esperaron en el camino para matarlos. Fue uno de los hechos más graves y monstruosos que ha ocurrido en una guerra", asegura el autor que habló durante dos años con 270 personas, todos testimonios directos de lo que ocurrió.
"Fue difícil encontrar a gente que hablara porque cuando volví a Málaga ya se vivía medianamente bien y parecía como si nadie quisiera recordar lo que ocurrió. Tuve que pasarme por las tabernas buscando a hombres mayores de 60 años a los que invitaba a una copa para que se decidieran a contarme su historia". Sin embargo, muchas de las cosas que le contaron ni siquiera pudo incluirlas en la novela. "Primero porque tenía que dar coherencia a lo que le ocurría a los miembros de la familia protagonista y entonces no podía utilizar todo el material". Pero hay otra razón: "Algunas de las cosas que me contaron eran verdaderas barbaridades casi imposibles de repetir", asegura el autor de Oro entre brumas.

testimonio 3

En el año de la desbandá, Málaga estaba destrozada. "Había sido maltratada y saqueada, por uno y otro bando, y la población estaba hambrienta cuando comenzó el asedio y se lanzaron al camino", dice Melero, que ha escrito seis versiones de la novela que acaba de publicar Roca Editorial. "Lo primero que escribí era infumable porque tenía demasiados datos y aunque la quinta versión me satisfacía porque incluía historias paralelas, seguía siendo demasiado extensa con 1.300 páginas", afirma.
En La desbandá, se relata la historia de Mani, un niño de once años, y su familia. Una familia marcada por el secreto de su apellido, la ausencia del padre y las diferencias entre sus hermanos, de los cuales, él, pese a ser el más pequeño parece el único con sentido común y es el que intenta todo para conseguir el dinero que su madre, modista, necesita para la familia. "Lo más difícil fue no ser maniqueísta, quedarme al margen de mis propias ideas políticas para contar lo que pasó. Es decir, que los buenos de la historia son buenos pero a ratos también malos, y los malos son malos y a ratos menos malos", explica Melero, que aclara que por eso eligió la voz de un niño, para conseguir una mirada que fuese más o menos ingenua.
Para la elaboración de esta novela, el escritor malagueño tuvo que recurrir a la prensa extranjera. "Todo empezó cuando en un viaje a Nueva York entré en la hemeroteca de The New York Times y al buscar Málaga vi una nota bastante amplia que contaba algo escalofriante que había ocurrido aquí en febrero de 1937". De ahí surgió la idea para escribir La desbandápero además Luis Melero fue un niño de posguerra que creció marcado por lo que escuchó y por los derrumbes que todavía asolaban la ciudad. "Era todo tan tremendo que corrí un estúpido velo, y no es un chiste", aclara.
Melero tuvo que buscar en la prensa internacional lo que nunca se publicó en la nacional. "Hubo una especie de pacto de silencio. Los franquistas por los crímenes que cometieron y los republicanos porque no lo impidieron", sentencia. Málaga era una ciudad desarmada cuando llegaron las tropas de Franco, ya que meses antes y por las revueltas y saqueos que estaba viviendo se decidió que "no viajará ni un fusil más" para Málaga. Estaba "desarmada y hambrienta, y los franquistas se encontraron entonces con casi todo el trabajo hecho cuando entraron".
Para Luis Melero, la historia de Málaga en la Guerra Civil y en la etapa posterior fue tremenda. "Hasta que en los 60 comienza el desarrollo turístico de la Costa del Sol, Franco aisló la ciudad. Y si a eso se une que la población más joven y más capaz de salir adelante, o murieron, o se fueron, se trata de que no sólo acabó con la vida de muchos sino también con la capacidad de vida ,de dinamismo y de fuerza en la ciudad", afirma.
El de la carretera de Almería fue un éxodo lleno de terror. "Málaga, arada por la muerte y perseguida entre los precipicios hasta que las enloquecidas madres azotaban la piedra con sus recién nacidos" son los versos de Pablo Neruda que abre esta novela, donde personajes ficticios viven hechos reales.

A. J. Avilés Zugasti/ Málaga.

Soledad de Málaga
Emilio Prados


Ay dolor, dolor del viento,
dolor del cielo y el agua,
dolor de espigas tronchadas!
Soledad: ¿adónde llevas
la sombra de mis pisadas?
Los campos que ellas conocen
ya sólo mis ojos aguardan.
Soledad: ¡mírame el pecho!
De Málaga vengo ¡ay Málaga!,
Allí tendida te quedas
sobre tus calientes playas,
mal herida en tus costados
que sobre la mar desangras.
¡Ay, hermanos! Sostenedme,
que el corazón se me para,
que la sangre se me enfría
y la razón se me acaba.
¡Ay soledad! ¡Soledad!
¡Roja soledad de Málaga!
¡Ay soledad de sus tierras!
¡Ay soledad de sus fábricas!
¡Ay soledad de sus puertos
y soledad de sus plazas!
Málaga, no me golpees
tan duramente en la espalda,
que pesas como una piedra
y cortas como navaja.

Llevo tu recuerdo a cuestas
Igual que dos negras alas
que muerta viva me llevan
por la conciencia de España.
¡Ay Málaga!, ni los peces
quieren ya estar en tus aguas:
los pájaros por el cielo
se van huyendo a bandadas;
triste la flor que puede
separarse de sus rama.

Desprendida de mis tierras,
quedando al salir mi casa,
viene llena de cenizas
y cargada de amenazas,
dejándome el corazón
hecho temblor de sus llamas
y trayéndome en el pecho
en lugar suyo, esta llaga,
que si en mi dolor se hunde,
entre mis odios se agranda.
Negro pozo es de terror:
roja campana de alarma
que si da luto a mis venas
también en fuego las alza.

A montones nos salimos
cuando la negra metralla
tronchó el último jardín
y la fuente más lejana.
Por los montes, por los riscos,
por las carreteras anchas,
Junto a las aguas del mar,
por las estrechas cañadas,
como un rebaño perdido
nuestro dolor rebosaba.
¡Qué agudas alas de muerte
por las nubes acechaban!
¡Qué alucinación el mar,
dragón de hierro en sus aguas,
erizando sus cañones
clavó en nosotros sus garras!
Entre las sombras del monte,
bajo el crujir de las balas,
perdí lo que más quería,
perdí lo que más amaba.
Hijos ¿dónde os encontráis?
Vuestros pies, ¿por dónde marchan?
¿Os mueve acaso la vida
o vuestra sangre cuajada
en las piedras del camino
aguardan nuestra venganza?
Mala noche, viento negro
Que aún desgarra mis entrañas.
Cuchilla de mi dolor
¡qué honda por mi pecho bajas!

Mas si en mis ojos no hay sueño,
si en mi memoria no hay calma,
no ha de enturbiar el recuerdo
la voluntad que en mí clama.
Si desfallece mi cuerpo,
si se dobla como planta
reseca por el ardor
de mi corazón en ascuas,
corre firme por mis venas
toda mi sangre inflamada,
y si mil hijos tuviera,
de nuevo los entregara,
si al perderlos con su muerte
pudiera librar a España.
Hermanos, si mi tristeza,
si mi soledad desgarra,
es soledad sólo mía,
soledad de mis entrañas.
Y si Málaga me duele,
si en mi pena está clavada,
mi dolor es sólo mío,
cansado de mis jornadas.
mi tristeza, compañeros,
mi soledad desgranada
gota a gota en el olvido
hundirá el tiempo en sus aguas,
mas hay tristeza, ¿sabedlo!,
tristeza que no se calma,
pues si el fascismo mordiera
sobre las tierras de España
¿qué olvido habrá para el llanto
si es la libertad esclava?
quede Málaga en ruinas,
muera mi angustia en sus llamas,
sufra yo el dolor, si sirve
mi ejemplo como campana,
que cuando España esté libre
serán mis hijos sus alas.

Fragmento de poema escenificado. Alicante Rojo, Órgano de la 71 Brigada Mixta, nº 6. 21 de mayo de 1937

Testimonios personales


Testimonio 6

Yo cuando veo en los países esos los refugiados, nosotros íbamos igual, completamente igual. Yo me acuerdo que mi madre –porque no había agua ni nada- cigía un paño y filtraba el agua d elos sifones de la carretera, que tenía bichillos coloraos, para poder beber nosotros…

Testimonio personal de Antonio Reina Peña, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Testimonio 7

Y una mañana muy tempranito, creo que era domingo, el 7 de febrero, viene la aviación pero no tiraban, dando vueltas y echando hojillas: Que nos entregáramos, que estábamos copados, que estábamos engañados, que el obrero honrado no tenía que temer nada (…) Aquel día no comimos, estábamos en las puertas del refugio y los aviones allí dando vueltas (…) y a las diez de la mañana, por el Puerto de la Torre, ya sentiamos los cañonazos para Málaga (…) a las tres d ela tarde ya sentíamos las ametralladoras (…) dos barcos se presentan en la bocana del puerto, cerrando la bocana pero no tiraban (…) ya la gente de Málaga había empezado a irse esa mañana…

Testimonio de Antonio Sánchez Pando, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Había unos barcos pegando cañonazos y antes de llegar a Nerja en unas curvas que hay con muchos peñascos, ahí moría mucha gente nada más de los peñascos quie saltaban de los cañonazos –de eso me acuerdo yo muy bien-. La gente iba corriendo por la costa esta para allá y unols se morían de susto, otros los mataban los cañonazos que pegaban los barcos, otros…algunos se ahorcaban, algunos sde ahoracaban en un campo, el que iba por fuera, por los montes, se colgaba en un árbol que pillaba (…)

Testimonio personal de Antonio Ariza Jiménez, Torrox (Málaga), 1917. Recogido por Belén García Mellado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Testimonio 8

El día 7 de febrero de 1937, una vez que recuperamos fuerzas, reanudamos muy temprano la marcha. Como las hormigas, en columnas, íbamos mucha gente, unos con burros, otros con mulos o caballos, carrillos de mano, bicicletas, llevando cada cual en su medio de transporte a los niños, ancianos o mujeres (…) entre La Herradura y Almuñécar nos esperaba un horrendo peligro, ya que en frente de estos pueblos, en el mar, estaban anclado un barco de guerra que, desde su posición, dominaba la única vía de escape que teníamos. Disparaba los cañones a intervalos hacia una curva de la carretera que estaba en una ladera alta y pendiente, por lo tanto, había que pasar forzosamente por dicha curva. ¡Esa curva de muerte! ya que en ella murieron muchas personas y animales, pues los criminales de la tripulación, del barco del terror, que permanecían ojo avizor, en cuanto veían personas por allí lanzaban sus mortíferos proyectilles y no se escapaba nadie de la muerte atroz…

Testimonio personal de Francisco Jiménez González, recogido porMiguel Ángel García Trujillo en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

El bombardeo y ametrallamiento nos comía nuestro único refugio, que eran aquellos sitios donde había cañas de azúcar y las cunetas de la carretera (…) recuerdo con horror como una camioneta fue alcanzada por los bombardeos y fue a parar a la orilla de la playa con varios muertos y entre ellos niños, fue todo un calvario…

Testimonio personal de Joaquín Fernández de la Torre. Recogido por Mari Carmen Córdoba Mediana y Beatriz Cara García, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

La carretera era estrecha, no es la de ahora, tiraban al monte y el monte se caía todo encima de la gente, el que se partía una pierna o se desangraba ¿Quién iba a curarlo?…

Testimonio personal de Consuelo Torres Fernández, recogido por Cecilio Galdón Martínez, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Testimonio 9

Pues aquí, vemos los horrores más tristes y terribles de esa horrible guerra de ESPAÑA. Ejemplos múltiples: tales mujeres muertas y sus hijos llorando al pie de las mismas, cogidos a sus vestidos, o madres que se ven obligadas a abandonar a sus hijos o familiares, ya cadáveres, en la cuneta de la carretera, heridos y enfermos que no pueden seguir la marcha, llorando o gratando que llaman por sus nombres a los miembros de su familiares perdidos en ese caminar, o, en fin, esta cantidad de personas arrastradas por las aguas turbias de un río donde los puentes fueron volados.
 
López, H. Memorias de Juan López Morales, en Prieto Borrego, L. y Barranquero Texeira, E., La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Después supimos que fueron el ultramoderno crucero Canarias, que se estrenó con nosotros y ése que hundieron en el Cabo de Palos, su gemelo el Baleares, y otros más de la marina franquista e italiana, y los aviones de caza italianos y alemanes. Para ellos era como un juego, el tiro al plato contra gente que no podía defenderse. Disparaban contra las rocas, y comprendimos que lo hacían así para que estallasen y nos cayesen las piedras encima o que cortasen la carretera. No teníamos escapatoria, atrapados entre aquellas paredes de roca y los acantilados. Moríamos de hambre, sed agotamiento, ametrallados. Si hay un infierno, aquello era lo más parecido que uno pueda imaginar. Fue un milagro que consiguiésemos llegar a Almería, pero nunca he visto tanta muerte, tanta sangre, tanto desprecio por la vida humana. Qué forma tan estúpida de desperdiciar munición contra un objetivo no militar, pero bueno, Hitler les había dado crédito ilimitado a los fascistas españoles.

Fue horrible, nunca lo olvidaré. Eran militares profesionales, de la Marina o la Aviación contra civiles, ancianos, niños, mujeres, sabían a dónde disparaban. Los pocos soldados que iban con nosotros iban en retirada, desarmados. Nos bombardeaban a mansalva. Veíamos sus caras, ellos sabían que éramos civiles indefensos, nos veían perfectamente. Estaban tan cerca, que cuando le acertaban a un burro o a un autobús, podíamos ver sus cara, les podíamos ver cómo saltaban en sus cubiertas, celebrándolo.

Testimonio 12

Huíamos aterrados por esos discursos nocturnos por radio de un general fascista, debía ser un psicótico, ese asesino de Queipo de Llano, que decía que sus moros y legionarios violarían a nuestras madres y hermanas cuando llegasen a Málaga. Aquello fue una terrible matanza, un crimen de guerra que ha quedado impune, y fíjese que mucha democracia habrá ahora, pero me iré a la tumba sin ver justicia y reconocimiento de culpa sobre este asunto…

José Antonio Baena Torres, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios. Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.

"Yo tenía entonces 14 años, y de repente me ví envuelto en aquella riada de gente, bombardeada por los barcos franquistas, cada uno cargando con lo que podía y que iba abandonando por el camino. Una mujer de mi pueblo (Jimena de la Frontera, Cádiz), Milagros Díaz, me pidió que le cuidase a su hijo de dos meses un momento, pero se perdió entre aquella marea humana. me encontré, a mis 14 años cuidando de un bebé. No tenía experiencia en cuidar bebeés, y la madre no aparecía por ningún lado. Tuve que robar un mulo y le puse un capazo, y en el capazo acomodé a ese bebé tan pequeño que , claro, tenía hambre y que alimenté con leche de cabra. Así tres dias y tres noches, bajo las bombas, la metralla y las bombas incendiarias, el hambre la sed y el cansancio, y cuidando del pequeño, hasta que llegamos a Almería los dos de milagro y encontré a sus padres. Ese niño se llama Alberto León Diaz, el hijo de Sebastián y Milagros, y hoy en día vive allí en el Paseo, en Jimena de la Frontera."

Fernando Navarro Ferrer, 14 años en 1936, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios. Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.

…cogidos a sus vestidos, o madres que se ven obligadas de abandonar a sus hijoso familiares, ya cadáveres, en la cuneta de la carretera, heridos y enfermos que no pueden seguir la marcha, llorando y pidiendo una ayuda que nadie puede perstarles, amdres o hijos llorando o gritando que llaman por sus nombres a los miembros  de sus familia perdidos…

López, H, Memorias de Juan López Morales. Realmont (Francia), original mecanogarfiado. Citado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia.

Cuando se hacía de día se veían los muertos en las cunetas, en la carretera, gente ahorcada en los olivos y almendros…

Testimonio personal de María Márquez Vallecillo, Benaoján (Málaga), 1924. Recogido por Pablo Benítez Gómez. Citado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.