18 DE JULIO DE 1936. Y TRAS LA FIESTA… COMIENZA EL ESCARMIENTO.
El general Mola, “el Director”, conocía que la fecha del 18 de Julio daría inicio el golpe fascista que venía gestándose en Nafarroa desde hacía tiempo de mano y dineros de Tomás Domínguez Arévalo, Conde de Rodezno, de los requetés carlistas de Baleztena y del Burgo, de la Falange, de la Iglesia, de la prensa reaccionaria encabezada por Raimundo García García, el famoso Garcilaso del «Diario de Navarra» y diputado del Bloque de derechas. Sin embargo, en Pamplona la rebelión no se inició hasta el amanecer del domingo 19 de julio cuando se proclamó el estado de guerra y las milicias carlistas requetés se congregaron en la Plaza del Castillo. En toda Navarra la sublevación triunfó sin oposición, gracias al despliegue de las milicias carlistas requetés, que venían preparándose militarmente desde 1932 y cuyos mandos incluso habían recibido entrenamiento militar y armamento en la Italia de Mussolini. El apoyo de 8.000 requetés había sido negociado por Mola, con la ayuda de Garcilaso y el conde de Rodezno, y convenido con los máximos representes del carlismo reunidos en Biarritz.
Lo cuenta Ignacio Baleztena: Durante los sanfermines, El panorama era alegre y confiado, pero secretamente rugía la tempestad. Nuestros jóvenes, entre saltos y cantares, al cruzarse con algún dirigente le preguntaban con tono de conspiración: - ¿Cuándo nos echamos al monte? – esta pregunta era típicamente carlista -.  Los de la peña del Muthiko, carlista y fundada por Baleztena, iban cantando: “Las fiestas están alegres y las chicas guapas son, mas yo me voy, pues me llama Alfonso Carlos de Borbón”.   Mola les había prometido a los carlistas, en las reuniones de Biarritz, la instauración de la monarquía en la figura de Carlos de Borbón. Estos fieles a la Tradición de sus mayores, se alzarían en defensa de Dios ante la violenta persecución religiosa, en defensa de la Patria frente a la amenaza de una inminente dictadura del proletariado, en defensa  también de las libertades forales y reinaría Alfonso Carlos.
Las fiestas, pasadas por agua, habían ocasionado pérdidas para los barraqueros, a fin de conseguir fondos para paliar la falta de ingresos, se organizó un festival taurino en la misma tarde del sábado día 18. Llego la noche.
La sublevación se inició con el asesinato del comandante de la Guardia Civil José Rodríguez Medel, tras negarse este, en conversación con el general Mola, a sumarse a las fuerzas golpistas. Mola le preguntó por teléfono: – Entonces, ¿para usted no importa nada la salvación de España? ¿Qué haría usted si se implantase el comunismo? – Cumplir con mi deber —contestó Medel. Mola insistió: -¿Y cuál sería su deber? -Obedecer las órdenes del poder constituido. Al abandonar la Capitanía Militar, sabía que para el Gobierno, Navarra estaba perdida. Rodríguez Medel dirigió el operativo para trasladar los efectivos de la Guardia Civil y ponerlos a resguardo. Poco después de las siete de la tarde arengó a sus hombres, pero no recibió la respuesta esperada. Su grito de ¡Viva la República! fue contestado por los guardias con vivas a España. Al verse perdido intentó huir y disparó con su pistola a un guardia, que resultó herido. Otro guardia le disparó entonces con un subfusil y cayó muerto. Su cuerpo quedó tendido en la calle Ansoleaga. Comenzó el escarmiento.
Tras su asesinato a su familia sólo le fue ofrecida una fosa común para su entierro, aunque una familia pamplonesa, los Chueca, les cede un lugar en su panteón aunque ha de ser enterrado por imperativo de los golpistas sin inscripción alguna. El Diario de Navarra daría cuenta de la noticia diciendo que a consecuencia de un desgraciado accidente ocurrido en el cuartel, Rodríguez Medel había dejado de existir.
En la mañana del 19 de julio fueron detenidos las principales figuras políticas y sindicales del ámbito republicano, que no podían ofrecer ninguna resistencia armada, y ese mismo comenzaron a ser ejecutadas en los alrededores de Pamplona. Al día siguiente, lunes 20 de julio, salieron de la capital navarra columnas de militares y de requetés para “pacificar” la Ribera navarra y dirigirse posteriormente hacia Aragón y los frentes de guerra.
Dio inicio  el horror, la siega y la trilla sin empezar, los jóvenes requetés dejan los campos y parten al frente, las cunetas comienzan a recibir a los primeros fusilados, los matones a llevar el escarmiento hasta el último de los pueblos; las gentes con miedos y temores, huían si podían… Listas negras en los pueblos y en la capital. Las instrucciones de Mola, lo dejan claro: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas” “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”
3.244 personas fusiladas en Navarra. Más de 4.000 niños y niñas quedaron huérfanos y su voz ha sido acallada durante casi setenta años. Sin embargo, como reza una de las letras de la cantautora Lucía Sócam, “todos los hombres y mujeres tienen nombre y apellido, y cada uno, una historia de sueños que no queda en el olvido”
A mujeres indefensas, las “peladas”, el aceite de ricino y el dedo acusador las marcarían para siempre.