dissabte, 1 de març del 2014

Foro. 01-03-14.


Sobre la estatua en homenaje a las presas del Franquismo y nuestra reclamación de reubicación
Foro por la Memoria de Segovia, - 23/02/14
Una de las propuestas del Foro por la Memoria de Segovia es la reubicación de la estatua en homenaje a las presas del franquismo
Inauguración de la Exposición ‘Semiología, semántica y memoria en el imaginario urbano’, de Miguel Ángel Rego
Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid, - 21/02/14
Acto celebrado en la Sala Nave 73 de Madrid, el jueves 20 de febrero
Homenaje a la huída por la carretera de Málaga a Almería
Foro por la Memoria Histórica de Málaga, - 10/02/14
Galería fotográfica y vídeos del acto celebrado el Sábado 8 de febrero, en el Peñón del Cuervo de Málaga
Que el alcalde de Burgos cancele el homenaje previsto al criminal Juan Yagüe
Federación Estatal de Foros por la Memoria, - 23/01/14
Firma en Change.org

“Ensenyar a pensar. En memòria dels mestres de la República”. Salomó Marquès i Sureda.


http://www.foroporlamemoria.info/2014/02/ensenyar-a-pensar-en-memoria-dels-mestres-de-la-republica/

Si la traducción google os da que Sureda es alcornocal es que es su traducción literal como sustantivo, no como apellido


- 25 febrero 2014
Sin título-1De Salomó Marquès i Sureda

e-book Generalitat Catalunya
Para descargar:
Sumari
Presentació 3
Orientacions didàctiques 5
1 L’escola a Catalunya. Primeres dècades del segle XX 6
2 La política educativa durant la República. 12
2.1 L’obra del Govern central 12
2.2 L’obra de la Generalitat 16
2.3 Mestres renovadors 17
Els mestres que s’inspiraren en el mètode pedagògic Freinet 22
3 La política educativa durant la República en guerra. 27
3.1 El CENU 29
3.2 La retirada 30
3.3 L’exili del magisteri 31
4 La política educativa durant la postguerra. 36
4.1 Una nova societat i uns nous mestres 37
4.2 La depuració 38
4.3 L’escola dels primers anys de la dictadura 42
El mestre Antoni Benaiges Nogués 48

La UA dedica una exposición a 'El final de la Guerra Civil en Alicante'


http://www.lasprovincias.es/20140228/comunitatvalenciana/provincia_alicante/exposicion-guerra-civil-201402281214.html


Fotografías, vitrinas con objetos y documentos de este momento histórico conmemoran los 75 años del final de la Guerra

28.02.14 - 12:14 - 
Cuando se cumplen setenta y cinco años del final de la Guerra Civil, el Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante, en colaboración con la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica, presentan la muestra “El final de la Guerra Civil en Alicante. Represión y Exilio”. La exposición recoge los acontecimientos de ese momento histórico así como la represión que acompañó a la implantación de la dictadura franquista y el exilio del que muchos alicantinos no volvieron.
El vicerrector Carles Cortés, también presidente del Consejo Asesor del Archivo de la Democracia, inaugurará la exposición el próximo lunes 3 de marzo a las 19 horas, en la Sala Aifos del Campus (Edificio de Filosofía y Letras III), acompañado de los responsables del Archivo de la Democracia. La muestra estará abierta al público hasta el 29 de marzo.
Fotografías, vitrinas con objetos y documentos de este momento histórico, además de paneles explicativos, configuran esta exposición con la que el Archivo de la Democracia continúa su labor divulgativa. Con este objetivo el Archivo ya ha dedicado otras muestras similares a la II República, a las Constituciones Españolas, a los 30 años de la aprobación del Estatuto de Autonomía y a la Transición, entre otras.
El final de la Guerra Civil en Alicante
En el mes de marzo de 1939 la provincia y la ciudad de Alicante tuvieron un gran protagonismo en los acontecimientos finales de la Guerra Civil española. Así lo prueban el establecimiento del último gobierno republicano, presidido por Juan Negrín en el Medio Vinalopó, la salida de miles de republicanos hacia el exilio a bordo de varias embarcaciones, en especial el Stanbrook, y la tragedia ocurrida en el puerto alicantino donde se concentraron unas quince mil personas en espera de barcos que les permitiesen escapar de la represión franquista, unos barcos que no llegaron por la inhibición de las democracias occidentales. La entrada de las tropas italianas de la División Littorio que rodearon el puerto, obligó a rendirse a los últimos defensores de la II República. Tras unos juicios sumarísimos celebrados sin la menor garantía jurídica, muchos acabaron sus vidas ante un pelotón de fusilamiento, y los más, cautivos en campos de concentración, en cárceles superpobladas o realizando trabajos forzados para la construcción de monumentos, pantanos y carreteras. Y como todos los vencidos, tuvieron que seguir ocultando durante muchísimos años sus ideas. Los que consiguieron salir hacia el exilio tuvieron que rehacer sus vidas en diversos países y, en muchos casos, siguieron luchando contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial: miles de alicantinos se establecieron en el Norte de África, Francia, la Unión Soviética, México y otros países, y más de doscientos fueron internados en los campos de exterminio nazis, en los que la mayoría pereció.

Enlace de la película de Christine Diger sobre Theo Francos. Y más.


http://www.youtube.com/watch?v=5XruKmZm6Pk

http://www.youtube.com/watch?v=fxsmIV0_PZc


http://politica.elpais.com/politica/2012/07/05/actualidad/1341440604_744025.html



Theo Francos, 68 años con una bala pegada al corazón

Combatió con los republicanos en la Guerra Civil, con los aliados en la II Guerra Mundial y sobrevivió a su fusilamiento

Theo Francos vivió 98 años, los últimos 68 con una bala alojada en el tórax, a escasos milímetros del corazón, que le dispararon en la II Guerra Mundial, en Holanda, en un pelotón de fusilamiento. “Oí el comienzo del tableteo de las metralletas y me dejé caer. Todo se volvió negro. Entonces se produjo el milagro. La bala que debía haberme tocado el corazón fue amortiguada y desviada por una insignia metálica de paracaidista que llevaba en el uniforme. Gravemente herido, caí en la fosa con mis compañeros muertos”, relató a la fotógrafa Sofía Moro en su libro Ellos y nosotros. “Los alemanes no nos remataron ni nos cubrieron de tierra y cal, sino que decidieron dejarlo para el día siguiente. Segundo milagro. Antes de su llegada, al alba, se produjo el tercer milagro. Una pareja de campesinos holandeses pasó por delante de la fosa para empezar su jornada de trabajo en el campo. Eran de la Resistencia. Sorprendidos, descubrieron la carnicería y observando los cuerpos vieron que uno entre ellos se movía todavía un poco. Era yo”.
Aquella pareja lo escondió y cuidó hasta que se recuperó. Francos nunca quiso sacarse la bala. Le dio miedo. Cada tres meses pasaba una revisión para comprobar que no se había movido. Solía decir que su vitalidad le venía del metal que aquel proyectil le iba administrando a la sangre. Estuvo viajando hasta hace poco: a una exhumación en Piedrafita de Babia, a Cuba... Su familia le bordaba en las camisetas el número de teléfono porque, cuando Francos estaba fuera, siempre se olvidaba de llamar y temían que le pasara algo.
Hijo de emigrantes españoles, nació en Fontihoyuelo (Valladolid), en 1914, pero vivió casi toda su vida en Francia, en Bayona. Allí fue al colegio hasta los 12 años. A los 16 se afilió a las Juventudes Comunistas. Con 22 llegó a Madrid para luchar en la Guerra Civil del lado de los republicanos. Se unió al quinto regimiento, con otros franceses y también belgas, muchos atletas llegados el 17 de julio de 1936 a Barcelona para participar en las Olimpiadas Populares organizadas como respuesta al boicot que en los Juegos Olímpicos de Berlín se había hecho a los deportistas antifascistas. Su primera acción fue la defensa del puerto de Somosierra, para cerrar el paso al general Mola.
Más tarde, se unió a la XI Brigada Internacional, donde llegó a ser comisario político. El primer encargo fue la defensa de la Ciudad Universitaria de Madrid. “Fue un combate terrible, cuerpo a cuerpo, edificio por edificio, escalera por escalera. Tirabas un tabique y te encontrabas con un moro de frente. El primero que tiraba era el que se salvaba. Pasamos mucho miedo”, relataba Francos en el libro Ellos y nosotros. Allí le hirieron por primera vez, en un brazo, por metralla de una granada.


Radiografía del tórax donde se ve la bala.
Ya recuperado, volvió al frente ante la ofensiva franquista por el este de Madrid, en el río Jarama, donde murieron miles de brigadistas. Atravesó a nado el río para recoger a un compañero, un pianista americano al que una granada había arrancado un brazo. Ambos se reencontraron en 1986. Con su única mano, el brigadista al que había salvado la vida tocó El paso del Ebro, una canción que solían cantar los días previos al combate. Francos recordaba este reencuentro con emoción.
Después vino la Batalla de Brunete, la de Belchite, Teruel, el Ebro... hasta que los brigadistas internacionales recibieron orden de retirarse. En octubre de 1938, La Pasionaria les despedía en Barcelona: “Podéis marchar orgullosos. Vosotros sois la historia. Vosotros sois leyenda. Sois el heroico ejemplo de la solidaridad y de la universalidad de la democracia. No os olvidaremos”. En su dormitorio de Bayona, sobre el cabecero de la cama, Francos tenía un retrato de La Pasionaria, a la que decidió desobedecer aquel día. No quiso marcharse. Se unió a la 65ª Brigada de choque del Ejército republicano, y en marzo de 1939 terminó en el puerto de Alicante, la gran ratonera donde los perdedores de la guerra esperaban unos barcos extranjeros que nunca llegaron para evacuarles. Allí presenció los suicidios de compañeros que prefirieron quitarse la vida antes de caer prisioneros. A él lo enviaron a la cárcel de Portacelli, donde fue torturado, y después al campo de concentración de Miranda de Ebro del que se fugó y fue capturado de nuevo varias veces.
Las torturas fueron terribles. Vio cómo los franquistas cortaban la mano a muchos republicanos: “A ver cómo saludáis ahora con el puño cerrado”, recordaba que les decían. En 1940, gracias a la Cruz Roja, fue liberado. Pensaba que volvía a casa a descansar, pero volvía a otra guerra. Y decidió combatir de nuevo al fascismo. El 21 de junio de 1940 embarcó rumbo a Inglaterra para ingresar en la escuela de paracaidismo de Manchester. En 1942, le enviaron a Libia, donde tuvo que rematar a su mejor amigo, herido por una ráfaga de metralleta.
El 15 de septiembre de 1944 se lanzó en paracaídas sobre Arnhem, en Holanda, con otros 36 hombres. Cayeron prisioneros. Les llevaron a una fosa y dispararon. Esa es la bala que aún conservaba en el tórax. Todos le dieron por muerto. Su madre, a la que llevaba nueve años sin ver, ya iba de luto. Su prometida no había perdido la esperanza y ambos se casaron en Bayona en 1946. Ella murió hace unos años. Él hace unos días, con 98 años, una bala a escasos milímetros del corazón y un mal hábito: nunca dejó de fumar en pipa.

http://www.elmundo.es/especiales/2006/07/espana/guerracivil/hist_franc
os.html

http://www.larepublica.es/2012/07/muere-el-heroe-theo-francos-brigadista-internacional-sin-repercusion-en-los-medios/

Muere el héroe Théo Francos, Brigadista Internacional, sin repercusión en los medios

4-07-12 16


Para mí Théo Francos (1914-2012) ha muerto tres veces. La primera vez, el día que lo fusilaron y milagrosamente sobrevivió. La segunda, hace dos días, a sus 98 años en su casa de Baiona. La tercera ha sido hoy, cuando he podido comprobar que su muerte no aparece en ningún medio español.
Por AITOR FERNÁNDEZ / datecuenta.org
Entradilla. En vista de que ni un jodido medio español se ha dignado a escribir cuatro líneas por tu muerte, Théo, me pongo a escribirlas yo, una persona sin apenas formación de redactor periodístico, pero a la que la rabia en el corazón le sigue moviendo a hacer muchas cosas, esta vez por la impotencia de comprender  que, en realidad, a nadie le importa cuántas veces arriesgaras tu vida por defender la causa antifascista, y digo causa porque defendiste la causa, la humanidad, por encima de nacionalidades y banderas. Yo te conocí y pude abrazarte, aunque quizá al salir de la ciudad no te acordaras ya nunca más de mí, pues tu memoria estaba completamente desdibujada, lo que no me impidió ser testigo de tu grandeza.
Théo Francos en 1937
A lo que voy. Desde que conocí tu historia, Théo (contada por primero por la ARMH y leída luego por los textos de Sofía Moro) quise conocerte, pero fue dos años después cuando tuve la oportunidad. El verano pasado viajé a Baiona, en el penúltimo viaje del proyecto “Vencidxs”, para descubrir en ti a un hombre mucho más pequeño de lo que había visto en las fotos y vídeos, mermado por la vejez y la memoria, pero aún así excepcional y humano. Un idealista de verdad, que vino a luchar a España para derrocar el fascismo, aunque el Partido Comunista te lo impidiera, con muchos más voluntarios que se llamaron las Brigadas Internacionales. “¿Cuál es la razón del fascismo, Théo?” “Es la explotación -a pesar de todo tenías momentos de lucidez), a mi padre en Valladolid le hacían trabajar toda la noche con un trozo de pan y de cebolla.” Supongo que a eso querrían que volviéramos, y supongo que por eso tú no sales en los medios hoy.
El miedo nunca se separó de ti. Pero eso no te impidió hacer grandes cosas. Me dijiste que “a veces te despertabas por la noche y llorabas como un chaval”, supongo que recordando lo que te parecería el fin del mundo, o más bien, el fin de la humanidad, cuando te enterraban hasta la cintura para torturarte, en el campo de concentración de Miranda de Ebro, dándote latigazos a pleno sol y teniéndote así días enteros. “A veces pienso cómo pude aguantar tanto. La gente, desde fuera del campo, me tiraba comida o agua, que mis compañeros me daban cuando podían.” Eso fue la represalia por haberte fugado del campo. Por las alcantarillas. Porque las Brigadas se habían ido, pero tú te quedaste para seguir luchando, incluso cuando todo estaba perdido. “Eran los mismos presos los que construíamos el campo –me contaste de forma dispersa- pero no nuestros barracones, nosotros dormíamos a la intemperie. Construíamos para los soldados, incluso les hicimos una piscina” Y mientras, seguían exterminando a tus compañeros.
Cuando te liberaron pensabas que volvías a casa a descansar. Pero al llegar viste Baiona tomada por los nazis. “Me escapé en el puente, vi a mi madre de lejos, pero no me pude despedir de ella.” Porque entonces comenzó una nueva odisea para ti, aunque en realidad era la misma: seguir combatiendo el fascismo. Te alistaste como paracaidista en el ejército inglés y en la nueva guerra te esperaban las experiencias más duras de tu vida. Tuviste que matar a un compañero gravemente herido, que no tenía el coraje suficiente para tomarse la pastilla de cianuro que llevábais. En otra misión, al saltar, tu paracaídas quedó atrapado en el ala del avión: “Lo corté con el cuchillo como pude, y llegué bien a tierra. Me descontaron el coste del paracaídas del sueldo del mes.” Pero creo que lo peor fue cuando te fusilaron. A mí me parecía increíble. Viviste un fusilamiento, y por ello llevaste alojada una bala a unos centímetros del corazón toda tu vida. Te pregunté qué pensabas en esos momentos: “No sabes lo que está pasando, si es verdad o no. A veces te herían para que sufrieras antes de morir.” Pero tú no moriste, y te salvaron al día siguiente una pareja de campesinos de la resistencia.
Pero también conociste la bondad humana, como aquellos campesinos, o los ferroviarios que te tiraban comida, o las muchachas que te escondieron en el granero:“Especialmente me quedaba impresionado por la solidaridad de las mujeres, salvé mi vida muchas veces gracias a ellas.” Mujeres idealistas y valientes. En Stalingrado te adentraste 30km en las líneas enemigas con una muchacha rusa de 19 años para volar puentes e impedir el avance nazi. La reencontraste setenta años después, ella tenía noventa y tu hijo le decía que no te apretara tan fuerte, que te iba a matar del abrazo.
Y así ha sido tu vida, Théo. Me hablaste lentamente de tu bisnieto, perdido en una amalgama de recuerdos que te costaba ordenar. “Papi, tienes que llegar a los 100″, te decía. Quizá disfrutabas de él porque no podías haberlo hecho con tu hija, a la que conociste con 20 años por todo lo que tuviste que trabajar: “Al principio nadie me daba trabajo, así que tuve que viajar y trabajar fuera, ocupando más de treinta puestos de trabajo diferentes.” Me imagino que moriste en paz, aunque algo paenado porque veías el fascismo “volviendo a levantar cabeza”. Espero no tener que vivir las terribles experiencias que tú tuviste que vivir.
Conclusión. Y después de todo ¿para qué? -como me dijo también Concha Carretero- Toda esa gente que fue asesinada, que defendió la libertad de generaciones que ni conocerían después, que ha pagado con su juventud y con su vida todos y cada uno de los derechos que ahora tenemos y que estamos dejando perder uno a uno. ¿Para qué? Para que ningún medio dedique un par de líneas a tu muerte. Ni Rajoy, ni la selección española de fútbol, ni la prima de riesgo merecen la mitad del espacio que debieras de ocupar en los medios. Así que, habiéndolo escrito más mal que bien por lo que te pido perdón, primero por no poder dedicarte todo el tiempo que te mereces, y segundo, avergonzado, porque no es éste el medio principal donde tu muerte debiera figurar. Un general español una vez te preguntó: “¿Tú no tienes madre? Porque no es normal que una persona realice tantas misiones” “Sí, señor, la tengo, lo hago por convicción” Te contestó muy seguro de sí mismo: “Pues quédate conmigo, porque por lo menos salvarás tu vida. Cuando acabe la guerra, no te van a agradecer nada.” Y era verdad.