dijous, 5 de febrer del 2015

Las heridas abiertas ... de Ascensión Mendieta.


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Ascensión Mendieta, retratada por Uly Martín para un reportaje publicado por El País en diciembre de 2013, a la vuelta de su viaje a Buenos Aires.
Ascensión Mendieta, retratada por Uly Martín para un reportaje publicado por El País en diciembre de 2013, tras regresar de su viaje a Buenos Aires.
Por Rubén Madrid
Ascensión Mendieta tiene casi 90 años y lleva 76 con la herida abierta. Es la hija de un sindicalista fusilado el 16 de noviembre de 1939, cuyos restos yacen en una fosa común del Cementerio de Guadalajara. La anciana se pegó hace dos años un viaje de 10.000 kilómetros hasta Argentina para prestar declaración ante una juez que investiga crímenes del franquismo y que, tras escucharla, pidió la exhumación del cadáver. Así que Ascensión Mendieta estaba ya muy cerca de rescatar por fin los huesos de su padre para ponerlos a descansar junto a los de su madre. A esto, y no a otra cosa, es a lo que algunos llaman, en cambio, reabrir heridas.
El padre de Ascensión Mendieta, un carnicero de Sacedón muy activo políticamente, fue asesinado después de ser condenado a muerte en un simulacro de juicio celebrado el 11 de septiembre de aquel año. Timoteo Mendieta Alcalá era concejal socialista y presidente de la UGT de su pueblo, dos cargos que en la ‘lógica’ judicial de quienes impusieron su victoria estaban tipificados como delito de rebelión. Una vez fusilado, fue uno de los primeros en ocupar un sitio en una de las fosas comunes del camposanto arriacense, donde fueron arrojados otros más de 200 traidores a la patria hasta el año 1944. En años de ‘paz’.
En sus entrevistas y declaraciones públicas, Ascensión Mendieta no habla de venganza, ni siquiera de justicia, aunque sería perfectamente comprensible que pretendiese obtener una condena contra el autor del crimen que le costó la vida a su padre cuando ella apenas tenía 13 años. Sus palabras no exhalan odio ni rencor, sino la súplica de recuperar los restos de su padre, un sencillo gesto de reparación, seguramente la más elemental reconciliación con el verdadero significado de la sana y cristiana costumbre de permitir que nuestros muertos descansen en paz.
Viñeta de Eneko en '20 Minutos'.
Viñeta de Eneko en ’20 Minutos’.
Y decimos que ha estado a punto de lograrlo gracias a una asociación, CeAQUA, y a una jueza argentina, María Servini, que está instruyendo la única causa en el mundo que intenta sentar en el banquillo a los responsables de los crímenes contra el franquismo. La magistrada bonaerense, que lleva investigando desde 2011,emitió en 2013 un auto desde el Juzgado Federal número 1 con la imputación de una veintena de autoridades franquistas que a día de hoy deberían estar arrestadas, pero España se ha amparado en la Ley de Amnistía de 1977 para no hacerlo. Porque las autoridades españolas no sólo eluden la persecución de los crímenes contra los derechos humanos cometidos en su propio territorio (con excepciones como la de juez Garzón), sino que frena y obstaculiza el trabajo que hace esta jueza desde Argentina. Ha vuelto a pasar a propósito del caso de Ascensión Mendieta.
Dónde están los restos. El digital eldiario.es publicaba ayer que la jueza María Lourdes Platero ha denegado el derecho de esta anciana a recuperar los huesos de su padre porque, dice, “no se sabe dónde está la fosa”. Si su colega argentina decía que se podía proceder a la exhumación precisamente porque estaba sobradamente documentada la situación de los restos en “el patio 4º fosa 2”, junto a otros 21 fusilados, la jueza de Guadalajara tiene en cambio la impresión de que a lo mejor si los buscan no los encuentran. Resulta bastante extraño, porque no sólo existe un documento de 1939 que sitúa allí los restos del sindicalista represaliado, sino que hay también un informe de junio del Ayuntamiento, enviado al propio Juzgado de Instrucción número 1 de Guadalajara, en el que se ofrecen más detalles sobre los nombres y las disposiciones exactas de los allí enterrados.
Gráfico del Foro por la Memoria de Guadalajara con los fusilados en el cementerio, por años.
Gráfico del Foro por la Memoria de Guadalajara con los fusilados en el cementerio, por años.
La jueza Platero se podría quemar si siguiese las instrucciones de ‘caliente y frío’ para encontrar los restos de Timoteo, pero el 20 de octubre estampó su justa firma en un escrito que deniega la exhumación porque considera que la disposición real de los restos “puede no coincidir con la información obrante en los archivos”. Asunto zanjado, mal que pese la expresión.
A sus 89 años, nuestra querida viejecita albergaba la esperanza de culminar su petición, no como su hermana fallecida hace tres años y con quien había recorrido gran parte de este periplo. Es un juez, no un político impertinente como Rafael Hernando, y de su ciudad, no de ningún país al otro lado del charco, quien le pone la última zancadilla al final del camino, justo cuando ya acariacaba los huesos de su padre.
Hartos de memoria histórica. A lo mejor a la juez Platero le pasa como a tantos españoles que, ante estos casos, vuelven a pensar que la vida sigue igual sin necesidad de remover estos asuntos, que basta ya de justicias minúsculas y de rumores lejanos. Y es verdad que hay cierto hartazgo en este debate público sobre la mal llamada memoria histórica, que en realidad es otra cosa: rescatar la verdad y hacer justicia sobre lo sucedido con los crímenes del franquismo.
Les confieso que yo también estoy harto del asunto de la memoria histórica. Estoy harto de tener que seguir revindicando en pleno siglo XXI justicia para las víctimas, descanso digno para los fusilados, homenajes para no confundir que la República era el sistema que permitía la discusión y el voto incluso de los más cafres y que el golpe de estado fue la apuesta de algunos de estos cafres por resolver los problemas del momento, que no eran pocos, con el viejo recurso a la mano de hierro.
Homenaje a Severiano Clemente González y otras víctimas del franquismo en un acto en una fosa de La Toba, el domingo 7 de agosto de 2011. // Foto: Foro por la Memoria de Guadalajara.
Homenaje a Severiano Clemente González y otras víctimas del franquismo en un acto en una fosa de La Toba, el domingo 7 de agosto de 2011. // Foto: Foro por la Memoria de Guadalajara.
Confieso que también yo estoy harto del debate de la memoria histórica si sigue pasando por tener que soportar la perversión de los hechos que impone la perspectiva de un cainismo inevitable entre dos bandos con idénticos enconamientos y responsabilidades, obviando la verdadera dimensión de los hechos: el franquismo desató una campaña planificada para perseguir, purgar, marginar y asesinar –la eliminación era el objetivo– a sus adversarios políticos durante y después de la guerra. El Foro por la Memoria de Guadalajara ha detallado en un libro más de 6.000 casos de represión contrastados con nombres y apellidos en la provincia. En su documentación figuran 1.262 asesinatos. También tienen detallada toda la información sobre los 822 fusilados en el Cementerio, entre ellos Timoteo Mendieta Alcalá.
Confieso que a estas alturas deberíamos estar a otras cosas, y no a seguir tirándonos los muertos a la cara. Porque es cierto que los hubo de los dos bandos. Pero es que la violencia del bando que más mató, incluso después de la guerra, ha quedado impune.
A estas alturas, en realidad, deberíamos estar construyendo memoriales y seguimos en las trincheras. Pero seguimos en las trincheras precisamente porque no queremos construir memoriales. “Cuando llegué a Argentina y me senté en el juzgado fue como si se abrieran unas puertas en mi vida”, relató hace dos años Ascensión Mendieta: “Era la primera vez que alguien realmente me escuchaba”. La primera vez. ¡Qué bochorno de país este en el que la hija de un asesinado no ha podido hablar del asunto ante un juez! Nuestro olvido es un gesto de desprecio, como si cada uno de nosotros hubiésemos echado otra paletada de tierra sobre el cadáver de su padre.
La justicia. La vida sigue es un buen consejo ante una desgracia, una muerte repentina o inevitable. Pero la vida no puede seguir igual ante un asesinato. Probablemente la víctima necesite incluso perdonar. Posiblemente el asesino necesite también el perdón, como sabrán quienes hayan leído hasta el final ‘El holocausto español’ de Paul Preston, que aborda la violencia de aquella época en España. Inevitablemente todos necesitamos el castigo del criminal. Seguramente queramos legar a quienes vengan después la lección correcta y no el mensaje de que todo da igual. Y querremos mirar a los ojos a la justicia y ver que es ciega, que no depende del momento o del lugar, que hay normas que no pueden someterse a ninguna fórmula de relativismo porque esas reglas sagradas son precisamente las que apuntalan los cimientos de una sociedad fuerte.
Museo de la Paz en Gernika. // Foto: Ayto. de Gernika.
Museo de la Paz en Gernika. // Foto: Ayto. de Gernika.
Pero aquí hemos hecho como si la vida siguiera igual para todos. Y lo seguimos haciendo. El actual alcalde de Guadalajara negó a las familias de los fusilados en el cementerio un monumento para el que tenían ya incluso financiación. Este Ayuntamiento sigue manteniendo los nombres franquistas en el callejero, contra el dictado de la Ley de Memoria Histórica. Esta ciudad apenas tiene historiadores e intelectuales dispuestos a hablar de los sucesos de los años treinta y cuarenta, aun cuando se multiplican los ciclos sobre nobles renacentistas para mayor gloria de un pasado del que cada vez quedan más ruinas. Miramos atrás, celebramos 550 años de la fundación de la ciudad, los nueve siglos de Alvar Fáñez, pero la guerra, mejor, no la tocamos. Ya lo apuntamos hace algunos meses: se han cumplido 75 años del final de la contienda sin una reflexión a la altura y, lo que es peor, sin que parezca que a nadie le preocupe que estemos tal vez ante la última opción de dar voz a los testigos de nuestra guerra y de que entre todos recompongamos la justicia por aquellos hechos ante los ojos de quienes además tuvieron el infortunio de vivirlos. Pero esto de la guerra no son cosas para andar echándonos fotos. La democracia la trajo Suárez, y Suárez ya tiene busto y parque.
La vida sigue igual, que cantaba Julio Iglesias. Pero cualquiera que haya estado en Belchite o en Gernika descubre la madurez con que allí mantienen vivo el recuerdo de los horrores de la guerra ofreciendo al mundo dos modelos de madurez democrática, de construcción de discursos en favor de la paz. Es un buen ejemplo a seguir. Ahí tienen tarea otros ayuntamientos con mejores sensibilidades e inquietudes como el de Yebes, que quiere poner en valor su búnker de la Guerra Civil en Alcohete, instalando de paso un centro de interpretación.
Es posible abrirse en canal para hacerse una verdadera operación de memoria histórica, pero nadie dijo que esto se haga sin dolor. La juez Platero lo debería saber: lo malo de tener a nuestros muertos en fosas comunes, en vez de instalarlos en lustrosos panteones familiares, es que hay que excavar para encontrar los cadáveres con sus calaveras reventadas por un tiro. Todos lo deberíamos recordar: lo malo que tienen los crímenes sin justicia es que su sombra se alarga más allá de las tinieblas de la dictadura. Lo saben los doctores: lo malo que tienen las heridas mal curadas es que, si no se abren, la inmundicia corroe por dentro. La mugre infecta sigue ahí, aunque no se vea.