diumenge, 26 d’abril del 2015

Carlos Hernández narra en «Los últimos españoles de Mauthausen» los testimonios de deportados en los campos nazis.


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"No podemos pasar página porque la última la escribió Franco"

Carlos Hernández narra en «Los últimos españoles de Mauthausen» los testimonios de deportados en los campos nazis, 631 de ellos valencianos

26.04.2015 | 03:09
"No podemos pasar página porque la última la escribió Franco"
"No podemos pasar página porque la última la escribió Franco"
Carlos Hernández (Madrid, 1969) ha cubierto durante años distintos conflictos bélicos. Al volver de cada uno de ellos sentía que debía contarlo, pero de forma más extendida y profunda de lo que le permitía hacerlo el minuto que duraba la pieza televisiva que enviaba a Madrid. De momento, no ha escrito sobre Kosovo, Afganistán o Irak, sino de los más de 9.000 deportados españoles que llegaron a los campos de concentración nazis, al menos 631 de ellos valencianos. Una contienda alejada en el tiempo y de la que nunca hizo una crónica en directo, pero que vivió de alguna manera u otra a través de su tío Antonio Hernández, deportado número 4.443 y sobre el cual ha creado un perfil en Twitter para contar «en tiempo real» sus vivencias en Mauthausen.

«No es un libro más de esos que dicen que son para reabrir heridas. No podemos cerrarlas hasta que se cuente la verdad. No podemos pasar página, como sugieren algunos, porque no la hemos escrito. La última página la escribió Franco», cuenta a Levante-EMV durante una entrevista con motivo de su visita a la Fira del Llibre. Su libro «Los últimos españoles de Mauthausen» es una investigación a la que ha dedicado más de dos años y que aporta pruebas documentales que señalan a Franco como responsable de las deportaciones y la posterior muerte de dos de cada tres españoles que entraron en esos campos nazis. Una de las más destacadas es la orden que emitió la Oficina Central de Seguridad del Reich el 25 de septiembre de 1940, en la que se ordenaba trasladar a campos de concentración a todos los españoles que, hasta ese momento, se encontraban en recintos para prisioneros de guerra amparados por la Convención de Ginebra. «La memoria histórica en este país está enterrada. No hay interés ni voluntad por esclarecer estos hechos. Parte de la documentación que me ha servido para la investigación está en los archivos de la Fundación Francisco Franco y en la Fundación Serrano Suñer. Es de locos. Tienen pruebas de los delitos quienes participaron de ellos. Algunas de ellas las destruyeron», lamenta el periodista. «Envidio a países como Alemania, donde los estudiantes acuden a visitar los campos de concentración sin ningún problema. Muchos de sus abuelos seguro que eran de las SS, pero han aprendido a afrontar su pasado, a conocerlo», explica. «En España no encontrarás en los libros de texto ni una sola frase sobre los más de 9.000 deportados», añade.

Cazados en el exilio
«La mayoría de los testimonios de valencianos deportados, de los que no queda ninguno vivo a día de hoy, relata más o menos la misma trayectoria. Huyeron de España tras la Guerra Civil y en Francia les capturaron y deportaron hasta los campos nazis», cuenta Hernández. Según narra en su libro, en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, que se encuentran «en un estado lamentnable», existen varios expedientes de prisioneros de Mauthausen por los que intercedieron las autoridades españolas. Se trataba de jóvenes cuyas familias tenían contactos en las altas esferas del Gobierno. Esto prueba, una vez más, el conocimiento y la responsabilidad en los hechos del gobierno franquista. «Unos hechos que al que ha intentado juzgarlos lo han apartado, como a Baltasar Garzón».

Entre presentación y presentación, que le está llevando por toda España, el periodista continúa pegado a la actualidad, y no sale de su asombro con el pleno del Ayuntamiento de Valencia del pasado viernes, en el que el equipo de Rita Barberá coló una condena al gobierno venezolano en la misma moción en la que se debía retirar la Medalla de Oro de la ciudad a Franco. «Todo eso son excusas para no condenar el franquismo. Y quien no lo condena es porque es su heredero y lo defiende. No es tan difícil. Fue un dictador y cualquier democracia debería condenarlo», sentencia Hernández. «Cuando vas a otros países y les cuentas que en España aún tenemos nombres de calles y plazas de franquistas, no salen de su asombro. Es una anomalía democrática muy grave la que tenemos en este país», expone el periodista.
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