dilluns, 14 de març del 2016

Agur a José Antonio Olea Garaita, uno de los testigos referentes del bombardeo de Durango de 1937


http://www.deia.com/2016/03/14/sociedad/euskadi/agur-a-uno-de-los-testigos-referentes-del-bombardeo-de-durango-de-1937



I. GORRITI - Lunes, 14 de Marzo de 2016 - Actualizado a las 06:03h
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  • La conmemoración del próximo día 31 estará huérfana.
    La conmemoración del próximo día 31 estará huérfana. (I. Gorriti)
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    • La conmemoración del próximo día 31 estará huérfana.
    DURANGO - El 31 de marzo de 1937 la población de Durango rememorará la tragedia que el municipio sufrió con dos bombardeos fascistas: uno por la mañana y otro por la tarde. Hubo más ataques aéreos días después, en abril, sobre la misma localidad. Asesinaron a más de 336 personas inocentes.
    El durangués José Antonio Olea Garaita fue superviviente, testigo directo del horror de aquel episodio histórico que coordinó la Legión Cóndor nazi de Hitler, que ejecutó la Aviación Legionaria italiana de Mussolini y que posibilitaron los militares golpistas españoles Mola, Franco y Vigón con una frase que dejaron impresa en un documento que ha llegado hasta nuestras fechas y que llega a lo más hondo del dolor: “sin consideración de la población civil”.
    Olea, residente en Natxitua (Ea) pero con raíces a tierra en su Durango natal, falleció el pasado el pasado 27 de febrero a los 85 años. Él conoció siendo niño lo peor del ser humano. El testimonio de Olea siempre le llevaba a emocionarse, lo que trasmitía a quien le escuchaba. Sus palabras quedan para la historia en documentales como Kantatzen ez duen herria herri hila da o Zerutik sua dator, película con la que este vizcaino acompañó a la entonces diputada foral de Cultura, Josune Ariztondo, en su presentación a los medios de comunicación del plan foral Gernika-Bizkaia 1937-2012. 75 años recordando.
    Hombre cercano, simpático, bien plantado, de corazón jeltzale y habla abertzale, de emoción sensible y de broma amable, fue una de las personas que más denunció con los mejores modales el bombardeo de Durango. Él mismo tomo parte junto a la diputada de Cultura, la jeltzale Josune Ariztondo, en la presentación del citado programa de actos diseñado por la Diputación Foral de Bizkaia y en el documental Zerutik sua dator que surgió a posteriori de ese mencionado plan.
    El majo de Olea, además, fue uno de los tres protagonistas del premiado cortometraje Kantatzen ez duen herria herri hila da (Un pueblo que no canta es un pueblo muerto) junto al también durangués Alberto Barreña -hermano de varios milicianos del Eusko Gudarostea- y el fallecido 17 días después del estreno del audiovisual Jesús Moreno, de Arrasate.
    Los tres fueron los únicos de doce supervivientes del bombardeo invitados de Durango que confirmaron su presencia en el cortometraje que ganó el premio máximo en el festival del cine de Lekeitio Bilera -único íntegro en euskera- y un segundo premio al mejor documental.
    En esa pieza audiovisual, Olea, Barreña y Moreno narr(ab)an sus recuerdos del bombardeo y a continuación cant(ab)an una melodía del grupo de rock durangués Martxoak 31, que eligió ese nombre antifascista hace ya 28 años cuando eran pocos los que hablaban de memoria histórica entonces, en 1988, con el fin de denunciar el crimen de guerra que fue el bombardeo de aquel día de 1937. En el corto grabado en un caserío de Berriz y en un estudio de grabación también participó cantando la mujer de Olea, Mari Luz Lekue.
    José Antonio quiso difundir el horror que familias como la suya vivieron en aquel particular banco de pruebas que fue su pueblo para los de Mola, Hitler y Mussolini. Pónganse la persona lectora en la piel de ese niño cuando tras caer una bomba fascista en su casa, su padre llevó en brazos desde el casco viejo de Durango hasta el cementerio de esta localidad a su hijo muerto y una vez allí dejado, tuvo que repetir los mismos caminos entre los escombros con otro hijo también asesinado por los fascistas italianos. Españoles e italianos.
    Aquel hombre era el padre de José Antonio Olea, superviviente que perdió, por lo tanto, a dos hermanos -Daniel y Balasi-, pero “también a mi abuelo Antolín, por la bomba que nos cayó en casa”, aportaba testimonio. “Yo no vi los aviones, yo vi caer las bombas, que había quien creía que eran papeles”, lamentaba.
    Algunos no olvidarán nunca cómo rememoraba también los siguientes minutos de aquel día de guerra civil. “Mi madre le mandó a mi hermana a la calle Ermodo, a Magdalena, a casa de mi tío Miguel. Al salir de casa, en el pórtico, vio los aviones. En vez de volver al hogar, echó a correr hacia adelante y... -se emocionaba al revivirlo en su memoria- acertó. Si llega a regresar, muere”.
    El padre se reencontró con el infante José Antonio por la tarde, en el camposanto donde habían depositado los cuerpos sin vida de dos hermanos del pequeño: “Eso lo recuerdo bien. Cómo venían ametrallándonos y me mandaban tirarme al suelo”. Para colmo de dolor tuvieron que pasar catorce días para que pudieran recuperar el cuerpo de su aitite que había quedado atrapado en los escombros de su casa.
    Olea, en todas sus intervenciones, solicitó “evitar que esto se repita y trabajar la paz, porque en las guerras hay barullo”, amplificaba desde el corazón que dejó de palpitar a finales de febrero. Los actos de conmemoración serán raros el próximo día 31 sin él, sin su testimonio, como años atrás protagonizó la ofrenda floral que se llevó a cabo en el pórtico de Santa María de Uribarri, acto coordinado por Gerediaga Elkartea.