divendres, 1 de juliol del 2016

La carta de Franco que advirtió del ruido de sables al jefe del Gobierno.


http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2016/06/23/576c0098468aeb05268b467a.html


GUERRA CIVIL

El general que lideraría el bando sublevado se mostró ambiguo apenas un mes antes del 18 de julio


Francisco Franco, Casares Quiroga y Manuel Azaña
Santiago Casares Qiroga, en el centro, al lado de Manuel Azaña. A la dcha., el general Francisco Franco.
El 23 de junio de 1936, antes de los asesinatos del teniente Castillo y Calvo Sotelo, señalaba el malestar del ejército a Casares Quiroga
"Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave responsabilidad y faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impresiones sobre el momento castrense y los peligros que para la disciplina del Ejército tienen la falta de interior satisfacción y el estado de inquietud moral y material que se percibe, sin palmaria exteriorización, en los cuerpos de oficiales y suboficiales".
Las líneas son obra del general Francisco Franco, escritas al presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga. Era el 23 de junio de 1936. La asonada del golpe de Estado de los rebeldes militares empezaba a ser evidente. Todavía no había caído asesinado a tiros el teniente *José Castillo a manos de extremistas derechistas en Madrid. Eso sería el día 12 de julio. Tampoco había sido secuestrado y asesinado aún José Calvo Sotelo, diputado de las Cortes y líder de Renovación Española, que se produciría el día 13 y que sería considerado durante años el detonante del estallido del golpe del 18 de julio, el inicio de la Guerra Civil.
La misiva de Franco, que no fue el principal instigador del golpe -sería el general Emilio Mola, célebre por su firma entre los conspiradores, 'el Director'- denotaba un clima de crispación que, según el hispanista Stanley G. Payne, el propio gobierno había asumido como inevitable: "En la primavera de 1936, los comunistas, que pronto serían el partido de izquierda que más ganancias obtendría de la Guerra Civil, eran también los que más deseaban evitar la guerra. Desde su punto de vista, la situación creada en España era el mejor de los mundos posibles. Había que evitar la revuelta militar mediante una fuerte purga de los oficiales del Ejército. El Gobierno de izquierda republicana tampoco quería una guerra civil, pero en julio había llegado a la conclusión de que un golpe militar, que probablemente sería muy débil, era prácticamente inevitable".

Los sucesos de Alcalá de Henares

Según Franco, el general que partir del 29 de septiembre de 1936 en Salamanca, se haría con la jefatura militar y política de los sublevados, "las recientes disposiciones que reintegran al Ejército a los jefes y oficiales sentenciados en Cataluña, y la más moderna de destinos antes de antigüedad y hoy dejados al arbitrio ministerial, que desde el movimiento militar de junio del 17 no se habían alterado, así como los recientes relevos, han despertado la inquietud de la gran mayoría del Ejército. Las noticias de los incidentes de Alcalá de Henares con sus antecedentes de provocaciones y agresiones por parte de elementos extremistas, concatenados con el cambio de guarniciones, que produce, sin duda, un sentimiento de disgusto, desgraciada y torpemente exteriorizado, en momentos de ofuscación, que interpretado en forma de delito colectivo tuvo gravísimas consecuencias para los jefes y oficiales que en tales hechos participaron, ocasionando dolor y sentimiento en la colectividad militar"
Franco se refería a los incidentes ocurridos el 15 de mayo, cuando un grupo de personas supuestamente afiliadas al Partido Socialista, se enfrentó a algunos oficiales y hubo un intercambio de disparos. Santiago Casares Quiroga, al que está dirigido la carta, accedió según una petición de los socialistas de Alcalá de Henares a que los regimientos de Caballería allí destinados, abandonaran la localidad, además de arrestar a varios oficiales. Con tales acciones, una parte del ejército, que consideraba a su vez inevitable un estallido revolucionario, temieron que las primeras víctimas serían precisamente los militares, aumentando el clima de tensión entre las fuerzas armadas y algunos sectores de izquierdas:
"Todo esto, excelentísimo señor, pone aparentemente de manifiesto la información deficiente que, acaso, en este aspecto debe llegar a V.E., o el desconocimiento que los elementos colaboradores militares pueden tener de los problemas íntimos y morales de la colectividad militar. No desearía que esta carta pudiese menoscabar el buen nombre que posean quienes en el orden militar le informen o aconsejen, que pueden pecar por ignorancia; pero sí me permito asegurar, con la responsabilidad de mi empleo y la seriedad de mi historia, que las disposiciones publicadas permiten apreciar que los informes que las motivaron se apartan de la realidad y son algunas veces contrarias a los intereses patrios, presentando al Ejército bajo vuestra vista con unas características y vicios alejados de la realidad".

Leal a la República

Franco se quejaba, además, de que las acusaciones contra algunos de los miembros de Alcalá, que habían sido amonestados eran infundadas: "Han sido recientemente apartados de sus mandos y destinos jefes, en su mayoría, de historial brillante y elevado concepto en el Ejército, otorgándose sus puestos, así como aquellos de más distinción y confianza, a quienes, en general, están calificados por el noventa por ciento de sus compañeros como más pobres en virtudes. No sienten ni son más leales a las instituciones los que se acercan a adularlas y a cobrar la cuenta de serviles colaboraciones, pues los mismos se destacaron en los años pasados con Dictadura y Monarquía"
Lo más llamativo es, sin embargo, la cerrada defensa del general que acabaría capitalizando la sublevación tras la muerte en un accidente de avión del principal líder militar, José Sanjurjo, aglutinador del golpe junto a Emilio Mola. Franco trata de convencer a Quiroga de la falsedad de los temores más infundados del gobierno republicano, presentando al ejército como víctima de una campaña de propaganda. Niega la existencia de cualquier complot -lo que serviría a las a las interpretaciones franquistas del asesinato de Calvo Sotelo como desencadenante final del golpe-.
"Faltan a la verdad quienes le presentan al Ejército como desafecto a la República;le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones; prestan un desdichado servicio a la patria quienes disfracen la inquietud, dignidad y patriotismo de la oficialidad, haciéndoles aparecer como símbolos de conspiración y desafecto. De la falta de ecuanimidad y justicia de los poderes públicos en la administración del Ejército en el año 1917, surgieron las Juntas Militares de Defensa. Hoy pudiera decirse virtualmente, en un plano anímico, que las Juntas Militares están hechas".
Lo cierto era más bien que Mola, Sanjurjo, Manuel Goded y Queipo de Llanoconspiraban ya contra el gobierno del Frente Popular. Tanto Payne como el historiador Juan Carlos Losada atribuyen a Santiago Casares Quiroga una alarmante pasividad ante el evidente y clamoroso ruido de sables que el propio Franco deja notar en su escrito:
"Los escritos que clandestinamente aparecen con las iniciales de U.M.E. y U.M.R.Ason síntomas fehacientes de su existencia y heraldo de futuras luchas civiles si no se atiende a evitarlo, cosa que considero fácil con medidas de consideración, ecuanimidad y justicia (...) No le oculto a V.E. el peligro que encierra este estado de conciencia colectivo en los momentos presentes, en que se unen las inquietudes profesionales con aquellas otras de todo buen español ante los graves problemas de la patria. Apartado muchas millas de la península, no dejan de llegar hasta aquí noticias, por distintos conductos, que acusan que este estado que aquí se aprecia, existe igualmente, tal vez en mayor grado, en las guarniciones peninsulares e incluso entre todas las fuerzas militares de orden público...".
A tenor de las palabras del general, destinado en las Islas Canarias, se deduce, prácticamente, un anuncio de las posibles consecuencias al mismo tiempo que una disposición para tratar de reconducir la situación del descontento del ejército: "Conocedor de la disciplina, a cuyo estudio me he dedicado muchos años, puedo asegurarle que es tal el espíritu de justicia que impera en los cuadros militares, que cualquiera medida de violencia no justificada produce efectos contraproducentes en la masa general de las colectividades al sentirse a merced de actuaciones anónimas y de calumniosas delaciones".

Ambigüedad laberíntica

Para el hispanista Paul Preston, biógrafo de Franco, la carta del 23 de junio resultaba de una "ambigüedad laberíntica" en la que, de alguna forma, Franco daba a entender que si se atendían a las demandas del Ejército, éste podría permanecer leal a la República, lo que según Preston sólo se conseguiría si Casares Quiroga otorgaba a Franco un puesto adecuado desde podría desbaratar el complot. La concurrencia de Franco en el golpe por su prestigio como africanista para hacerse cargo de la sublevación del ejército de Marruecos era importante para los conspiradores de mayor peso como Mola, Sanjurjo o Goded, pero su actitud vacilante exasperó a sus compañeros de armas hasta apodarle "Mis Islas Canarias 1936". La misiva denota, en cualquier caso, que Franco, a comienzos del verano de 1936, estaba mucho menos decidido a tomar parte en la conspiración de lo previsto, según el análisis del hispanista británico. Franco terminaba su carta con una clarísima advertencia al presidente del Consejo de Ministros:
"Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad grande para la disciplina militar, que V.E. puede fácilmente comprobar si personalmente se informa de aquellos generales y jefes de cuerpo que, exentos de pasiones políticas, vivan en contacto y se preocupen de los problemas íntimos y del sentir de sus subordinados.
Muy atentamente le saluda su affmo. y subordinado, Francisco Franco".
Ya fuera porque el presidente del Gobierno no tomó en consideración la posible amenaza, lo cierto es que mucho antes de los asesinatos de julio, el gobierno no calibró la gravedad de la situación. Para Preston, Quiroga podría haber o arrestado o sobornado a Franco para neutralizarle, pero era "típico de la despreocupación del presidente del Consejo de Ministros no hacer ni uno ni lo otro". Stanley Payne interpreta, en cambio, que para entonces el peligro de la intentona golpista, se consideró un mal inevitable y hasta cierto punto controlable. Menos de un mes después de recibir la carta del general Francisco Franco, estallaba la sublevación, cuyo fracaso conduciría a la Guerra Civil.
* Se ha sustituido un dato erróneo sobre la muerte de José Castillo.