dissabte, 23 de juliol del 2016

Presentado el libro ‘La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948)’


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 La obra ha sido editada por el Centro de Estudios Mirobrigenses (C.E.C.E.L. - C.S.I.C.) con la colaboración de organismos públicos, entidades y suscriptores particulares.
Momento de la presentación del libro con su autor al fondo/Foto: Adrián Martín
El salón de actos del palacio de los Águila acogió la presentación del libro por título La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948), del que es autor Ángel Iglesias Ovejero. Esta obra ha sido editada por el Centro de Estudios Mirobrigenses (C.E.C.E.L. - C.S.I.C.) con la colaboración de organismos públicos, entidades y suscriptores particulares
Al acto asistieron el alcalde de Ciudad Rodrigo, Juan Tomás Muñoz,  los historiadores Luis Castro Berrojo, José Ramon Martín y el propio autor.
Entre el público asistente se encontraban alcaldes de los pueblos de  la comarca mirobrigense donde también hubo mucho protagonismo en aquella época.
A lo largo de 700 páginas, se exponen los antecedentes y consecuentes de una represión que, en el contexto de la sublevación militar contra la República y sus secuelas, se inició el 20 de julio de 1936 (con el cese y detención de las autoridades legítimas de Ciudad Rodrigo) y se prolongó hasta 1948 (con la salida de los últimos maquis por Navasfrías).
A la hora de la elaboración, se han empleado testimonios orales y documentación escrita hasta hace poco inaccesible (Archivo Militar de Ferrol, fondos del gobierno civil del Archivo Histórico Provincial o Archivos Municipales), para identificar a más de 900 personas que fueron afectadas por alguna de las formas de represión (eliminación física, cárcel, depuración, sanción económica, exclusión de ayuda o desamparo) en el territorio del antiguo y nuevo partido judicial de Ciudad Rodrigo.

Intervención del Sr. Alcalde de Ciudad Rodrigo Juan Tomás Muñoz
El ejército español, como un solo hombre, y al grito de ¡Viva España!, se ha lanzado a la patriótica tarea de recuperar a España para sí misma. Parece increíble que la situación de nuestra Patria hubiera llegado al extremo de que fuera preciso levantar una cruzada contra los desgraciados españoles que, renegando de todo lo que era consustancial a la raza, querían convertir a la invencible nación española en una colonia rusa. Pero así era, por desgracia.
A los datos que la prensa diaria venía consignando desde hace tiempo, provenientes de París y otras poblaciones extranjeras, en les que de una manera concluyente se veía la mano de Rusia guiando los destinos de la Patria, cabe añadir los que se han recogido después de estallar el movimiento militar. No cabe duda que sin la oportuna intervención del Ejército, patrióticamente secundado por la siempre benemérita Guardia Civil, fuerzas de Seguridad, etc., etc., dentro de poco tiempo España habría dejado de ser España para convertirse en una despreciable provincia rusa en la que habría de hacerse la voluntad de los obreros, como se había hecho creer a estos, para atraerlos y usarlos como fuerza de choque, sino la ominosa y mil veces tiránica de Moscú.
Todavía quedan algunos focos –escasos- que recuperar a los marxistas; pero ya brilla en España, en la España inmortal, un nuevo sol que es el preludio de una nueva vida. Paso a paso, con el propósito de causar el menor número posible de víctimas, el ejército y las fuerzas patrióticas de España –esas juventudes que están derrochando valor y trabajo a todas horas- van apagando los siniestros baluartes donde se quiso hacer fuerte el marxismo y dentro de breves días toda España emprenderá una nueva vida, al grito de ¡Viva España! que pueden pronunciar todos con calor y cariño, porque es grito de amor y no de odio. Dios quiera coronar con el más lisonjero de los éxitos esta cruzada patriótica que recuerda aquella otra famosísima de ocho siglos contra el Islam.
Así se despachaba el editorial del semanario Miróbriga en su número del dos de agosto de 1936, un periódico que dirigía por esa época –concretamente desde 1932 y hasta su desaparición el 31 de diciembre de 1938- el sacerdote José María Blanco Hernández. El semanario no había sido publicado el domingo 26 de julio “por causas ajenas a nuestra voluntad”, se justificaba en el número citado, aunque sin duda permaneció agazapado hasta conocer si la sublevación también triunfaba en Ciudad Rodrigo. Cuando la realidad así lo confirmó, desterró el miedo inicial y se lanzó a apoyar la causa fascista, el golpe de estado que encabezaba el general Franco, dando algunos pormenores, con la subjetividad evidente, sobre lo que ocurrió en Ciudad Rodrigo en aquellos días.
Como aportación documental, y sin ánimo de extenderme, quiero que conozcan ustedes el tratamiento periodístico –mucho es decir- que se le dio en Ciudad Rodrigo a los sucesos de aquellos primeros días, de aquellas primeras horas, en el semanario católicoMiróbriga, por cierto, el único que se publicaba por entonces en esta localidad.
Decía así: Las primeras noticias sobre el movimiento.
A media mañana del sábado, día 18, comenzó a circular por Ciudad Rodrigo la noticia de que el ejército de África se había sublevado contra el gobierno de Madrid. Como desde hacía tiempo venía corriéndose la especie de que se preparaba un levantamiento patriótico, el anuncio de la actuación del ejército de África hizo suponer a todos, en contra de lo que el gobierno decía en sus notas radiadas, que la actitud de las fuerzas militares de Marruecos, hallaría eco en la Península.
Así fue en efecto. El día siguiente se supo por la radio que todas, o casi todas las unidades militares de la Península se habían sumado a las de África. El día anterior fueron concentrados en nuestra población los puestos de la Guardia Civil de los pueblos vecinos y las fuerzas de Carabineros de la segunda línea.
El domingo, 19, hacia media tarde, se tuvo conocimiento de que las fuerzas de guarnición en Salamanca se habían sublevado por la mañana, ocupando el Gobierno Civil y declarando el estado de guerra en toda la provincia, como efecto de la declaración hecha en Valladolid por el general Saliquet, que se había hecho cargo de la 7ª División. Esta noticia, esperada ciertamente, y la creencia de que no tardaría en llegar a Ciudad Rodrigo alguna unidad militar desde Salamanca para hacerse cargo de la Alcaldía, provocó en la gestora un cambio de impresiones, fruto del cual fue una comunicación del alcalde, señor Cascón, a los dueños de los automóviles, requisándolos para prestar servicio al Ayuntamiento. Varios de ellos fueron enviados a los pueblos para pedir a los elementos marxistas, en ellos residentes, que acudieran en ayuda de Ciudad Rodrigo con objeto de impedir la proclamación del estado de guerra. En la Plaza Mayor, a eso de las seis de la tarde, había gran cantidad de coches y camiones requisados y numeroso público, especialmente obreros.
Poco después de esa hora, un grupo de guardias civiles, al mando de un teniente, hizo su aparición en la plaza, ordenando fuese despejada, como se realizó inmediatamente sin la menor dificultad. También dispuso el jefe de la fuerza que los coches y camiones se reintegraran a sus cocheras y que las llaves de contacto fueran entregadas en el cuartel de la Guardia Civil. Acto seguido subió el teniente a la alcaldía, haciéndose cargo de ella.
Estas medidas evitaron un día de luto en Ciudad Rodrigo. Sin ellos, habiendo dado lugar a que se concentraran en esta ciudad los elementos marxistas de los pueblos, sabe Dios lo que hubiera ocurrido, dados los propósitos que albergaban los dirigentes de ésta, según se ha dicho.
Durante la noche, la tranquilidad fue completa.
Al día siguiente, 20, a las diez de la mañana, una sección del Regimiento de la Victoria, venida de Salamanca, acompañada de la Guardia Civil, proclamó en la Plaza Mayor el estado de guerra, siendo acogida la lectura del bando con grandes aplausos y vivas a España. La sección de Infantería de la Victoria salió para Sanfelices, Lumbrales y otros pueblos, cumpliendo en todos ellos su misión.
Poco después se procedió a nombrar la nueva gestora, quedando constituida de la siguiente manera: Alcalde-Presidente, don Magín Vieyros, sargento de Infantería, retirado; gestores: don Pascasio Trinchet, don Manuel Morales, don Juan José Montero y don Juan Antonio Rodríguez Bernal.
Los elementos obreros declararon la huelga general; pero después de la lectura del bando, los comercios abrieron en su totalidad.
Comienzan las detenciones.
El día 20 y el siguiente 21, comenzaron a efectuarse detenciones de dirigentes marxistas, que han continuado hasta hoy. El día 21, martes, se celebró el mercado con normalidad y por la tarde fue trasladada a Salamanca la primera expedición de detenidos.
Se organiza el voluntariado.
Apenas proclamado el estado de guerra, comenzaron a presentarse en el cuartel de la Guardia civil numerosos jóvenes, retirados del Ejército y otras personas ofreciéndose para cooperar con la fuerza pública en el mantenimiento del orden. Desde el día 22, camionetas con Guardia Civil, acompañadas de jóvenes militarizados, que están llevando a cabo un trabajo abrumador, recorren los pueblos, cambiando las gestoras y recogiendo armas de todas clases.
Al mismo tiempo comenzaron a trasladarse a Salamanca numerosos jóvenes de todas clases sociales para inscribirse como voluntarios del ejército, siendo muy elevado el número de mirobrigenses que se hallan en Salamanca, en las columnas destacadas en otros puntos prestando su vida a la madre España.
Organización de servicios sanitarios
El día 23, dieron comienzo en nuestra ciudad los trabajos para organizar los servicios sanitarios por si las columnas del ejército necesitan evacuar heridos para nuestra ciudad. A este fin se ha nombrado delegado de este servicio a don Juan Sánchez Iglesias.
Y, como colofón, aprecien la visión que ofrecía el semanarioMiróbriga de lo que estaba ocurriendo en Ciudad Rodrigo: Gracias a Dios y la prudente y decidida actuación de las autoridades militares y sus auxiliares (no es cosa de citar nombres), la tranquilidad en nuestra ciudad ha sido completa- La huelga general que se declaró el día 20, apenas tuvo importancia; aquel mismo día abrieron los comercios y en breves días todos los obreros se reintegraron al trabajo. Es aspecto de la ciudad es completamente normal y no ha habido que lamentar incidentes.
Esto es, entre otras cosas, pero todas sobre el mismo tema, lo que aportó el semanario Miróbriga cuando se decantó, como no podía ser de otra forma, por apoyar el levantamiento, la sublevación, con todo lo que ello suponía, edulcorando la realidad, una represión generalizada que ya había avanzado con paso firme y manu militari, como demuestra el extraordinario trabajo documental del profesor Ángel Iglesias Ovejero que hoy estamos presentando, gracias a la implicación, como no podía ser menos, del Centro de Estudios Mirobrigenses y el patrocinio de distintas instituciones y particulares.
La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948) es un trabajo encomiable del autor, quien ha bebido en todas las fuentes posibles y con un constante trabajo de campo para su redacción, absorbiéndole muchos años en los que, en compañía de su esposa Françoise –a quien envío mis ánimos para una pronta recuperación del percance sufrido hace unos días- ha ido gestando este ingente trabajo documental que pone negro sobre blanco a un periodo que muchos se han empeñado en despreciar, cuando no borrar, ignorando la memoria histórica nutrida con la laceración y sufrimiento de cientos, de miles de personas que directa o indirectamente fueron represaliadas durante el régimen franquista.
Como la fue la totalidad de la gestora municipal, la corporación mirobrigense que encabezaba el abogado Manuel Martín Cascón y a la que, ya lo anunció, tenemos la intención de rendir un homenaje en las próximas semanas al cumplirse los 80 años de aquella brutal e inhumana represión de un régimen que tuvo sometido a los españoles durante 40 años.
Mi enhorabuena a Ángel Iglesias Ovejero por el trabajo realizado, por su esfuerzo y dedicación para contextualizar y documentar lo que fue la represión franquita durante esos 12 años que abarca la publicación que hoy presentamos. Y, por supuesto, mi gratitud personal por facilitarnos la oportunidad de conocer objetivamente unos sucesos que, pese a los esfuerzos por eludirlos y minimizarlos, forman parte de nuestra historia, de una historia lacerante que todavía algunos se empeñan en ignorar o, lo que es peor aún, intentan todavía justificarla con argumentos torticeros y nada baladíes.
Muchas gracias Ángel por este libro, sin duda todo un regalo que servirá para que muchos de nosotros tengamos un concepto diáfano de lo que supuso la brutal represión que sufrió la comarca de Ciudad Rodrigo en aquellos lamentables años de la historia de España, cuya memoria hay que seguir dignificando con esfuerzos individuales y, por supuesto, colectivos. Es una tarea en la que todos debemos implicarnos para restañar, que creo que sigue siendo una difícil tarea, la herida que abrió aquel desgraciado levantamiento militar de 1936, una herida a la que durante años y décadas, mal que nos pese, se le siguió echando sal con casi total impunidad, como refleja en algunas de sus páginas este libro, un excepcional trabajo documental.