divendres, 18 d’agost del 2017

Artistas en las cárceles valencianas durante la posguerra

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Por Isabel Genovés Estrada. Historiadora del Arte
     Desde los curiosos ojos de nuestra Hipatia, nos adentramos en uno de los episodios más oscuros de nuestra historia reciente. La Guerra Civil española, nos centramos en el final de la contienda, en la represión franquista posterior para acallar todas las voces discrepantes con el régimen. Los dramas personales envolvieron a casi toda la población. Esta represión fue sistemática y continúa. De la que no escaparon los artistas, algunos de ellos se exiliaron, otros acabaron fusilados, torturados, presos en campos de concentración,  en las cárceles españolas; unas cárceles llenas a rebosar.

Monasterio San Miguel de los Reyes. Se habilitó como prisión en 1874 y a partir de 1939 fue usada por el franquismo para recluir a los opositores de la dictadura. Fotografía Arantxa Carceller
     Recuperar la memoria histórica en nuestro país sigue siendo una asignatura pendiente. Parece que nos es más fácil hablar y estudiar las guerras ajenas, que las propias. El nuevo régimen trató de hacer desaparecer a los artistas plásticos republicanos junto con sus producciones. Obras que habían sido realizadas antes de la guerra, durante y después de ella. Son todo un catálogo de todo lo que veían y vivían. Después de la muerte del dictador empezaron a realizarse diversos estudios sobre la represión que se había ejercido sobre este colectivo, y de las obras que habían realizado. Muchas de ellas pérdidas o destruidas, hay que tener en cuenta que las que se realizaron en prisiones a veces estaban hechas con materiales muy pobres, y los mismos artistas las destruían.
     Llama la atención lo poco que se ha indagado sobre el trabajo de los pintores, fotógrafos, escultores, ilustradores,… republicanos en las cárceles y penales españoles. Nos gustaría hablarles de lo que propiciaron las políticas franquistas en la cárcel Modelo de Valencia. Esta cárcel fue diseñada en 1889 por el arquitecto Joaquín Belda, se inauguró en 1903. Después de la guerra en ella había artistas de distintas disciplinas y de diversos lugares de España. Al haber un grupo tan nutrido de artistas, fue el lugar ideal para que el régimen  creara un Taller de Artes Plásticas, que se tomó como modelo para otras prisiones. Significaba el triunfo de sus políticas de Redención de Penas por el Trabajo.
     No se puede saber quiénes estuvieron en esta cárcel, sus registros desaparecieron durante la guerra y los que hay no son de fiar (Agramunt, 2005: 378). La vida en la cárcel para los artistas e intelectuales era durísima, como para el resto de presos.La cárcel estaba masificada, sin apenas comida, ni auxilio sanitario. Ese hacinamiento propició el trabajo en grupo y estrechar lazos de amistad.
     Los artistas vieron en la creación del taller una posibilidad de acortar las penas a las que habían sido condenados. Se lo propusieron al director de la prisión que en ese momento era Ramón de Toledo, que aceptó la propuesta. Significaba que la oferta que había hecho Franco de que los presos se redimieran a través del trabajo, se iba a llevar a efecto en su prisión. Una oportunidad de promoción que no desperdició.
     Rápidamente  se organizó, regido por la Secretaria Artística que funcionaba según las pautas dictadas por la autoridad penitenciaría. La actividad que desarrollaba la Escuela de Arte era una educación y formación plástica. Las clases eran impartidas por los mejores, ya que estaban allí. Las materias iban de la delineación, forja, dibujo, grabado, repujado, iconografía, decoración, etcétera. Muchas de sus obras muestran distintas facetas de la vida carcelaria con sus miserias. Desarrollaron una gran actividad artística. Cuando el director fue sustituido por Pablo Castellano, los encargos siguieron, tanto de las instituciones como del exterior. Realizando todo tipo de encargos. Existen documentos gráficos de su labor gracias a las fotografías que realizaba el valenciano Martín Vidal Corella, las más comprometidas salieron de la prisión y las demás servían para justificar el buen funcionamiento del taller.
El nuevo régimen trató de hacer desaparecer a los artistas plásticos republicanos junto con sus producciones.
     Coincidieron entre sus muros, los escultores Vicente Beltrán Grimal, Antonio Ballester Vilaseca, Francisco Badía Plasencia, Rafael Pérez Contel, Alfredo Torán, Alfredo Gomis y Eduardo Díaz Yepes; los pintores Rafael Bargues, Antonio Cervignón, Martín Vidal Corella, Enric Cuñat Garibo, José Carnicero, Rafael Raga Montesinos, Manuel Iranzo, José Sabina Parra y Eleuterio Bausset,  y los caricaturistas Carlos Gómez Carreras “Bluff”, Juan Pérez del Muro Sánchez, y Francisco Caro; los arquitectos Vicente Ecced, Ricard Rosso, Carlos Lloréns Castillo y los dibujantes y cartelistas Miguel Guzmán Aparicio, Manuel Monleón Burgos, Jenaro Beltrán Mortes, Vicente Canet Cabellón, Francisco Caro Ferrando, Joseph Lluch Ferrando, entre otros muchos (Agramunt, 2005: 385,386).
     El monasterio de San Miguel de los Reyes fue asimismo un penal, lleno de presos entre los que había artistas también. El hacinamiento entre sus muros era una auténtica barbaridad. Las condiciones en las que vivían los reclusos eran de pura supervivencia. Era tan horribles, que entre los reclusos circulaba esta canción: “Ay San Miguel de los Reyes, /patio de las tres palmeras. / Aquí se mueren los hombres/ de torturas y tristezas” (Agramunt, 2005: 462).  Ramón de Toledo que además era inspector de prisiones de toda la provincia, propuso instalar un Taller de Artes Plásticas en la década de los cuarenta, siguiendo el patrón de la Cárcel Modelo. Tuvo tanto éxito que cuando venían autoridades a la ciudad las llevaban a visitar este taller. En la línea de la Modelo recibía muchos encargos. Aquí fueron a parar entre otros, el escultor Silvestre de Edeta, el pintor Enrique García Carrilero, el dibujante polaco Mariano Rawicz, el pintor Tomás Fabregat García y Juan Pérez del Muro.
     Estos talleres significaron una mejora de la vida en prisión de los artistas que participaron en ellos. Casi todos los encargos eran de tipo religioso y de alabanza al nuevo régimen. Muchas veces eran los guardianes de las prisiones los que ejercían su mala presión sobre los artistas. En estos estudios se echa de menos que no se hable de la represión ejercida sobre las mujeres artistas republicanas. En la prisión militar de Monteolivete, que luego sería rehabilitada como Museo Fallero, sufrieron prisión el historiador y filólogo Manuel Sanchís Guarner, el escultor Cristino Mallo y Antonio Ballester. Muchos de estos artistas cuando salieron de prisión ya no tenían sus puestos como docentes en institutos o universidades. Todo opositor al régimen debía ser depurado o eliminado. Toda España era una gran cárcel.
Bibliografía:
  1. AGRAMUNT LACRUZ, Francisco (2005), Arte y Represión en la Guerra Civil Española. Artistas en checas, cárceles y campos de concentración, Salamanca, Junta de Castilla y León, Generalitat Valenciana.
  2. AGUILAR FERNÁNDEZ, Paloma (1996), Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza Editorial.